La Anunciación del Señor
(Is 7, 10-14.8,
10; Hb 10, 4-10; Lc 1, 26-38)
Queridos hermanos:
La
acogida del Kerigma del ángel, se hace Encarnación del Señor en la Virgen María;
la cercanía del Señor se hace presencia; unión con nuestra naturaleza mortal,
para hacerla resucitar en Cristo.
La
liturgia nos presenta la fidelidad de Dios a sus promesas de salvación, y a
Jesús como el salvador que viene a perdonar los pecados a destruir la muerte.
Viene a revelar el misterio escondido desde antiguo: La llamada universal al reino
eterno prometido a David.
Todas
las promesas apuntaban a Cristo, el elegido para nuestra salvación, que asumiría
la virulencia del mal para destruirlo. El plan de Dios para salvar al mundo
está en acto. Se ha cumplido el tiempo: el mensajero anuncia, la Virgen acoge
el Evangelio, y el salvador es engendrado y concebido. La salvación revelada a
Isaías, es ahora anunciada por el arcángel Gabriel a María. María acepta la
voluntad de Dios y recibe a Cristo.
Contemplemos
hoy a María que concibe por la fe y acoge por la esperanza: “El Espíritu
Santo vendrá sobre ti; el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso
el que ha de nacer será santo y se le llamará Hijo de Dios”. Esta buena
noticia se cumple también en todo el que escuchando el anuncio, cree el
Evangelio y guarda la Palabra.
También
nosotros somos evangelizados con María. Cristo debe ser engendrado en nosotros
por la fe y dado a luz por nosotros, mediante las obras del amor de Dios, que
ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha
dado. La salvación está cercana y hay que disponerse a acogerla reconociendo el
amor de Dios para con nosotros, y la fuerza de su poder, (fortaleza de Dios)
porque no hay nada imposible para Él.
Por
la unión indisoluble de Dios con la naturaleza humana, ha sido rota la cadena
del pecado y ha comenzado la gracia de la regeneración de la humanidad. María
es la primera redimida y santificada, “llena de gracia” desde su concepción, como
le fue anunciado por Gabriel. De esta gracia nos beneficiamos todos, llamados
gratuitamente a la santidad que Dios ha hecho brillar en ella, y en la nueva
creación de la que ella es prototipo en Cristo. En ella somos ennoblecidos con
la grandeza del más bello de los hombres, con la que ha engalanado a su madre.
Como
en todas las fiestas de la Virgen, en primer lugar le dirigimos nuestra mirada
para contemplar la obra del Señor en ella, y en segundo lugar, para ver
realizada la promesa que el Señor quiere llevar a cumplimiento en nosotros. En
ambos casos contemplamos la gracia del Señor. Por gracia fue ella preservada
del pecado y por gracia somos nosotros purificados de él. Ella para dar a luz
en la carne al que llevaba en su seno por el Espíritu y nosotros para dar a luz
en la fe al que quiso asumir nuestra carne. En María somos hoy invitados a
acoger la buena noticia de nuestro rescate, a creer en el amor gratuito de Dios
y a decir con María que se haga en nosotros su voluntad.
Hoy,
la Buena Noticia del “Dios con nosotros” concebido, gestado y dado a luz por la
virgen, que pone fin a la consecuencia del pecado, toma nombres concretos en
Gabriel, Jesús, María, y José: El que está delante de Dios, presenta a la
virgen María lo que ha contemplado: la llena de gracia y madre del Hijo del
Altísimo. María ha hallado gracia ante Dios. Jesús será grande, será santo y se
le llamará Hijo de Dios.
Estas
palabras nos llenan de esperanza, porque también a nosotros se nos ha hecho
esta promesa de ver nacer de nosotros a Cristo, venciendo la impotencia de
nuestra esterilidad. También nosotros recibimos sobreabundantemente la gracia
del Señor, con la que quiere llenar nuestro corazón. ¡Alégrate, por tanto, y
salta de gozo tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se
cumplirá!
¿Acaso
es más difícil que la Virgen sea concebida sin pecado, que a nosotros se nos
borren los pecados por la fe, para que recibamos el Espíritu Santo como María, y
que geste en nosotros y dé a luz un hombre nuevo incorporado a Cristo, con la
vida de Dios en nosotros?: “El que
escucha la palabra de Dios y la guarda, ese es mi hermano, mi hermana y mi
madre.”
Proclamemos juntos nuestra fe.
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