Lunes 19º del TO

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Mt 17, 21-26

El Discernimiento en el Espíritu: Camino de Amor y Revelación

Queridos hermanos, las Santas Escrituras, como testimonio vivo de la Revelación del amor de Dios y de la Historia de la Salvación, no pueden ser comprendidas plenamente sin la acción del Espíritu Santo. Él es quien las unifica en el corazón del creyente, quien provee los criterios para discernir los acontecimientos del pasado, del presente y del futuro. Porque el discernimiento, ese don precioso que brota del amor que está en la raíz de todo, sólo el Espíritu lo derrama en el corazón abierto, en el alma que se deja tocar por la gracia.

Cuando el Mesías venga sobre las nubes del cielo, glorioso y restaurador de la soberanía de su pueblo, como esperaba Israel y también los discípulos, esa manifestación gloriosa habrá sido precedida por el “año de gracia del Señor”. Pero Israel no supo discernir este tiempo de misericordia, no supo separar la gloria de la encarnación humilde del Siervo de Yahvé, anunciado por Isaías. Ese Siervo, rechazado por muchos, fue descrito con profundidad por el libro de la Sabiduría, que interpreta su sufrimiento como signo de redención.

En el Evangelio, vemos a Cristo instruyendo a sus discípulos en este discernimiento, que no es fruto del intelecto, sino de la maduración en el amor. Y hoy, también a nosotros, el Señor nos abre las Escrituras a través de su Palabra viva, haciéndonos crecer en el conocimiento que nace de la experiencia de su amor.

La falta de discernimiento del pueblo sobre este aspecto fundamental de la misión del Mesías, Jesús la atribuye a la ignorancia del corazón. “Misericordia quiero, no sacrificios”, dice el Señor. Es una falta de sintonía con el corazón de las Escrituras, que es el amor. Y ese amor, Cristo lo encarnó hasta el extremo, haciéndose el último, sirviendo a Dios con todo su corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas, abrazando la cruz y, en ella, a toda la humanidad.

Así como Cristo, siendo justo, se entrega por los pecadores; como paga el impuesto por consideración a los débiles, siendo Hijo y Rey de reyes; así también Pablo, por caridad con los débiles, se priva de lo que su libertad en Cristo le permitía experimentar. Porque el amor no busca lo suyo, sino que se dona por entero.

Y en contraste, vemos cómo los escritos de Nietzsche combaten ferozmente el cristianismo, acusándolo de haber introducido en el mundo el “cáncer” de la humildad y de la renuncia. En su obra Así hablaba Zaratustra, opone a estos valores la “voluntad de poder”, encarnada por el superhombre, el hombre de la “gran salud”, que quiere alzarse, no abajarse. Pero nosotros sabemos que el camino del Evangelio es otro: es el camino del amor que se entrega, del poder que se hace servicio, de la gloria que nace de la cruz.

Hoy más que nunca necesitamos que esta Palabra nos amoneste. No para aceptarla sólo con la mente, sino para hacerla viva y operante en nuestra vida. El discernimiento será completado por la obra del Espíritu, pero la fe debe vivirse cada día en libertad, para que se transforme en amor al servicio de los hermanos.

Que así sea.                                                                                                                                    www.jesusbayarri.com

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