El Pecado según Santa Teresa del Niño Jesús.
(La revolución de su “pequeña vía”, que la elevó a ser doctora de la Iglesia).
Santa Teresa del Niño Jesús (1873–1897), carmelita descalza y Doctora de la Iglesia, es conocida por su espiritualidad sencilla, profunda y radicalmente confiada en el amor misericordioso de Dios.
Su visión del pecado no se centra en el castigo ni en el temor, sino en la respuesta amorosa de Dios ante la fragilidad humana.
Para
Teresa, el pecado no es tanto una transgresión legal como una herida en la
relación de amor con Dios. Ella no se obsesiona con el pecado como otros santos
de tradición más ascética, sino que lo contempla desde la perspectiva de la
misericordia divina.
Teresa
veía a Dios como un padre que no se escandaliza por las caídas de sus hijos,
sino que corre a levantarlos con ternura.
En
lugar de temer al juicio divino, Teresa propone una “pequeña vía” de confianza
absoluta en el amor de Dios, incluso para los más pecadores:
“¡Qué
dulce es pensar que el buen Dios es justo, es decir, que tiene en cuenta
nuestras debilidades, que conoce perfectamente la fragilidad de nuestra
naturaleza!” (Historia de un alma).
Teresa
no niega la gravedad del pecado, pero lo ve como una oportunidad para crecer en
humildad y dependencia de Dios.
El
pecado revela nuestra necesidad de la gracia. Teresa lo acepta como parte de la
condición humana, sin desesperación.
Para
ella, el error está en creer que podemos ser santos por nuestras propias obras.
El alma debe abandonarse a la misericordia divina.
Teresa
valoraba profundamente el sacramento de la reconciliación, no como un tribunal,
sino como un abrazo del Padre.
Rechazaba
el escrupuloso miedo al pecado que paraliza el alma. En su lugar, proponía una
confesión confiada y sencilla.
Cada
confesión era para ella una nueva oportunidad de amar más y confiar más.
En
su “pequeña vía” como camino de infancia espiritual, frente a la culpa y el
castigo, Teresa ve: Misericordia y ternura. Frente al esfuerzo por la
perfección ve: Abandono confiado. Frente al miedo al juicio, esperanza en el
amor divino.
Frente
a la grandeza espiritual, pequeñez ofrecida a Dios.
El
pecado no tiene la última palabra.
Para
Santa Teresa del Niño Jesús, el pecado no es el centro de la vida espiritual.
El centro es el amor de Dios, que transforma incluso nuestras caídas en
oportunidades para crecer en humildad y confianza.
Su
mensaje sigue siendo revolucionario: no importa cuán débil seas, si confías
plenamente en el amor de Dios, Él te levantará.
“Aunque hubiera cometido todos los crímenes posibles, seguiría teniendo la misma confianza: me lanzaría en los brazos de Jesús.” (Historia de un alma).
Jesús, Rey de amor,
pongo mi confianza
en tu bondad misericordiosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario