Martes 7º de Pascua

Martes 7º de Pascua

Hch 20, 17-27; Jn 17, 1-11a

Queridos hermanos:

Lo fundamental de esta palabra es que seamos conscientes del valor que tenemos para Dios, lo que le importamos, lo inaudito de su amor, siendo como somos una insignificancia expuesta a pasiones despreciables: odio, egoísmo y toda clase de maldad. ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él? Así podemos comprender lo que significa amar en la dimensión en la que Dios ama y valorar lo que Él ha puesto en el abismo de nuestro corazón, algo que nosotros despreciamos y destruimos con tanta facilidad. Realmente merecemos ser desechados por Dios, pero su amor es eterno y se entrega en su Hijo para salvarnos.

En este Evangelio, Cristo dice al Padre: “¡Misión cumplida!” y le pide lo que Él mismo le ofrece y quiere para sus discípulos: su amor. Esa era la voluntad del Padre cuando creó al hombre y cuando envió a Cristo a redimirlo y evangelizarlo, de forma que también pudiera retornar a Él juntamente con Cristo. Ahora, Cristo suplica al Padre que lleve a término su voluntad salvadora, por la que Él es entregado y se entrega, no resistiéndose al amor del Padre por el mundo. No impidiendo que Judas lo entregue, se llena de gloria y da gloria a Dios, que entrega a su Hijo por amor: “Cuando salió (Judas), dijo Jesús: «Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él.» (Jn 13, 31).

Así nos enseña a poner todas nuestras obras siempre ante el Padre, “de quien debe brotar todo como de su fuente y a quien debe tender todo como a su fin”. Cristo viene a decir: “Padre, renuncié a la gloria que tenía junto a ti para glorificarte ante los hombres, entregando mi vida por ellos y por amor a ti. Les mostré la gloria de tu amor para que ellos te glorificaran y alcanzaran de ti la vida eterna al conocernos a ti y a mí. Ahora, para que termine tu obra, glorifícame tú con tu amor, para que en mí sean ellos también glorificados, como yo he sido glorificado en ellos cuando han creído en ti y han acogido tu Palabra”.

En efecto, se glorifica a Dios reconociendo la grandeza de su amor, cumpliendo la misión que nos confía por amor al mundo, haciendo su voluntad, que es entrega, salvación y amor, y dando mucho fruto. Dios se cubrirá de gloria al completarse la entrega de su Hijo por amor; Cristo, al amarnos hasta el extremo; y nosotros, al glorificarlo ante los hombres, amando con el amor que nos ha sido dado.

Gracias a la entrega de Cristo, el hombre puede llegar a la fe y, con la fe, dar gloria a Cristo y alcanzar la vida eterna; puede llegar al conocimiento del amor y a la filiación divina, y ser incorporado al testimonio de la regeneración. El amor de Cristo nos vacía de nuestra autocomplacencia y nos lleva al amor a Dios y a los hermanos.

             Que así sea.

                                                             www.jesusbayarri.com

 

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