Jueves 4º de Cuaresma

Jueves 4º de Cuaresma

Ex 32, 7-14; Jn 5,31-47

Queridos hermanos:

Hoy, una vez más, la palabra nos habla de la fe. Estamos en el tiempo de la preparación del bautismo y de las profesiones de fe.

La obra de Cristo es suscitar en nosotros la fe (“Venid a mí”), y a ella tienden su predicación, sus obras y el ejemplo de su vida, que se ofrece a Dios como sacrificio de alabanza. 

Las Escrituras (Moisés y los Profetas) han testificado proféticamente a Cristo; después, el Bautista lo ha señalado. El Padre, con las obras (milagros) y, por último, el Espíritu, han dado también testimonio de Cristo, para que cada cual en su generación, acogiendo la palabra de Dios, creyera, esperara y transmitiera la feliz esperanza de la salvación. Todos estos testigos dan testimonio en favor de los creyentes y testificarán también contra los incrédulos, porque rechazar su testimonio implica un rechazo a Dios, que los iba suscitando para darnos vida. "Rechazáis el testimonio del Padre sobre mí. Si otro viene en su propio nombre, lo recibiréis". Esta profecía se cumpliría tristemente, al pie de la letra, cien años más tarde con Simón Bar Kojba, a quien aceptaron como Mesías, y cientos de miles de judíos murieron a manos de los romanos.

A través del Espíritu, que derrama el amor de Dios en sus corazones, los creyentes pueden tener vida y ser salvos. Los incrédulos, en cambio, ponen su corazón y su esperanza en el mundo que aman y en el que buscan su gloria, ansiando la complacencia de los hombres y no la gloria que procede de Dios, por la efusión de su Espíritu. No está en ellos el amor de Dios, porque no han recibido su Gloria, resistiéndose a creer. Aman el mundo, y la Palabra no prende en ellos porque les faltan las raíces de la fe, que deberían haberse desarrollado con Moisés y los Profetas, para fructificar en los últimos tiempos con la llegada de Cristo.

Nosotros, que vivimos en el tiempo de los frutos, en el que la mies blanquea ya para la siega, debemos acoger el testimonio de los segadores del Evangelio, que desde oriente y occidente, desde el norte y el sur, nos anuncian el cumplimiento de las promesas y la realización de las profecías. El profeta ha llegado, el Reino está en medio de nosotros, y la fuente de aguas vivas mana a raudales para saciar la sed sempiterna: “¡Oh, sedientos todos, acudid por agua! Y los que no tenéis dinero, venid a beber sin plata y sin pagar. El que tenga sed, que venga; y beba el que crea en mí. El que beba del agua que yo le dé no tendrá sed jamás.”     

           Así sea.

                                        www.jesusbayarri.com

 

 

            

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