Jueves 1º del TO
Mc 1, 40-45
Queridos hermanos:
La palabra de hoy es una invitación a
dar gloria a Dios por todo, pero sobre todo por Jesucristo, en quien hemos
obtenido el perdón de los pecados. Con él, todo es gracia para nosotros de
parte de Dios, y como agraciados, somos llamados a ser agradecidos.
La lepra, impureza que excluía de la
vida del pueblo, es imagen del pecado, que aniquila en el hombre la vida de
Dios, por la que los fieles se mantienen en comunión. El juicio y la
murmuración separan de los hermanos, como le ocurrió a María, la hermana de
Moisés, quedando leprosa y fuera del campamento durante siete días.
El leproso que se acerca a Jesús de
Nazaret va a profesar su fe en Cristo, postrándose ante él y reconociendo su
autoridad sobre la lepra y sobre la Ley, al atreverse a infringirla acercándose
a Jesús, siendo leproso.
Puede
sorprendernos que Jesús toque al leproso, siendo así que él puede curar con
solo su palabra y decirle: queda limpio. Además, también, porque la Ley
prohibía tocar a un leproso. Pero nosotros sabemos que Jesús no solo no puede
ser contaminado por la impureza, sino que puede limpiar toda impureza con solo
quererlo. Podemos decir que lo tocó ya curado, pues le dijo “quiero, queda
limpio”. Es su voluntad lo que cura y lo que le hizo extender la mano sobre el
leproso. Además, quiso someterse a la Ley en lugar de ignorarla, mandando
después al “leproso” curado para que la cumpliese igualmente, presentándose al
sacerdote, siendo así que, como dice San Juan Crisóstomo,
Cristo no estaba bajo la Ley, sino sobre ella como Señor de la Ley, como lo
testifica la curación.
La curación, como dijo el Señor, fue
para dar testimonio ante los sacerdotes que no creían, de manera que fueran
inexcusables si persistían en su incredulidad. El leproso, en cambio, hizo la
profesión de fe que lo salva, como dice Cromacio de Aquilea,
recuperando además su puesto en la comunidad. El Señor cura y manda al leproso
para evangelizar a los sacerdotes y para que viesen su fidelidad a la Ley, dice
San Jerónimo, y no porque la felicidad del leproso
dependiera de su salud, ni lo hizo tan solo para que cumpliera un precepto de
la Ley.
Cuando la suegra de Pedro es curada, se
pone a servir; cuando el endemoniado es curado, es enviado a testificar a los
de su casa; ahora el leproso es enviado a evangelizar a los sacerdotes. También
nosotros estamos siendo curados por el Señor y somos enviados a anunciar la
Buena Noticia a todos los hombres.
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