Día 11 de enero después de Epifanía
1ªJn 5, 5-6. 8-13; Lc 5, 12-16.
Queridos hermanos:
La palabra de hoy es una invitación a dar gloria a Dios en todo, pero sobre todo por Jesucristo, en quien hemos obtenido el perdón de los pecados. Con Él, todo es gracia para nosotros de parte de Dios y, como agraciados, somos llamados a ser agradecidos, dando gratis lo que gratis hemos recibido.
La lepra, impureza que
excluía de la vida del pueblo, es imagen del pecado, que aniquila en el hombre
la vida de Dios, por la que los fieles se mantienen en comunión. El juicio y la
murmuración separan de los hermanos, como le ocurrió a María, la hermana de
Moisés (Nm 12, 11-15), que, quedando leprosa, debió permanecer siete días fuera
del campamento.
El leproso que se
acerca a Jesús de Nazaret va a profesar su fe en Cristo, postrándose ante Él y
reconociendo su autoridad sobre la lepra y sobre la Ley, atreviéndose a
infringirla acercándose a Jesús siendo leproso. Puede sorprendernos que Jesús
toque al leproso, siendo así que Él puede curar con sólo su palabra. Además,
también, porque la Ley prohibía tocar a un leproso. Pero nosotros sabemos que
Jesús no sólo no puede ser contaminado por la impureza, sino que puede limpiar
toda impureza con sólo quererlo. Podemos decir que lo tocó ya curado, pues le
dijo: "Quiero, queda limpio". Es su voluntad lo que cura y lo que le
hizo extender la mano sobre el leproso. Además, quiso someterse a la Ley en
lugar de ignorarla, mandando después al "leproso" curado para que la
cumpliese igualmente presentándose al sacerdote, siendo así que, como dice San
Juan Crisóstomo, Cristo no estaba bajo la Ley, sino sobre ella como Señor de la
Ley, como lo testifica la curación.
La curación, como dijo
el Señor, fue para dar testimonio ante los sacerdotes que no creían, de manera
que fueran evangelizados para su salvación e inexcusables si persistían en su
incredulidad. El leproso, en cambio, hizo la profesión de fe que lo salva, como
dice Cromacio de Aquilea. El Señor cura y manda al leproso para dar testimonio
a los sacerdotes y para que viesen su fidelidad a la Ley, dice San Jerónimo, y
no porque la felicidad del leproso dependiera de su salud, ni lo hizo tan sólo
para que cumpliera un precepto de la Ley.
Cuando la suegra de
Pedro es curada, se pone a servir; cuando el endemoniado es curado, es enviado
a testificar a los de su casa; ahora el leproso es enviado a evangelizar a los
sacerdotes. También nosotros estamos siendo curados por el Señor y somos enviados
a testificarlo, anunciando con nuestra vida la Buena Noticia a todos los
hombres.
Que así sea.
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