Primera feria mayor de Adviento, “Oh Sabiduría”
(Ge 49, 2.8-10; Mt 1, 1-17)
Queridos hermanos:
Comenzamos hoy estas ferias mayores de
Adviento con las que nos preparamos para acoger a Cristo. En el Evangelio de
hoy, contemplamos la presentación del Mesías que hace San Mateo, mostrándonos a
Jesús, Hijo de David, situándolo en la Historia de la Salvación como
cumplimiento y meta de Israel. Cristo es verdaderamente hombre; en Él se
cumplen las bendiciones de Jacob a Judá, de las que habla la primera lectura, y
también todas las promesas desde Abrahán, en quien serán bendecidas todas las
naciones, en el Hijo de David, cuyo reino durará para siempre. Él es el objeto
de todas las profecías y esperanzas de Israel y de la humanidad entera.
El
Mesías será llamado "Hijo de David", de quien recibirá el
reconocimiento como Señor (Mt 22,45). En su genealogía, Mateo habla de tres
grupos de 14 generaciones, que ratifican la ascendencia mesiánica de Cristo a
lo largo de la historia, según la profecía de Natán: el número 14 es la
gematría del nombre de David (Dvd): Dálet, vau, dálet (4+6+4), David, que es
repetido tres veces en la genealogía, a modo del superlativo hebreo.
Este
Jesús es la "descendencia de la mujer que aplastará la cabeza de la
serpiente, la estrella que surge de Jacob, el león de Judá, aquel a quien
pertenece el bastón de mando y a quien rendirán homenaje las naciones,
sabiduría, justicia, santificación y redención nuestra", que nos presenta
Mateo, y ante quien hay que tomar posiciones: por Él, o contra Él. No hay
opción más ineludible y trascendente en la historia humana, como dirá Jesús:
"El que no está conmigo, está contra mí; el que no recoge conmigo, desparrama".
La
Eucaristía nos renueva en la respuesta a Dios que nos presentó a su Hijo en
Jesucristo, para que lo acogiésemos como nuestro Señor y Salvador. Comamos su
cuerpo, bebamos su sangre, hagámonos un espíritu con Él y recibamos vida
eterna, de forma que donde Él esté, estemos también nosotros.
Que así sea.
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