24 de diciembre
2S 7, 1.5.8b-12.14.16; Lc 1, 67-79.
Queridos hermanos:
En esta inminencia de la Encarnación, estas palabras de Lucas, aplicadas a Zacarías, hacen un canto a la misericordia y la fidelidad de Dios, recorriendo desde un presente lleno de gratitud las promesas del pasado y proyectándolas a su futuro cumplimiento, que se hace inminente con la llegada del precursor, llamado a clausurar las expectativas proféticas de la salvación. Natán y Elías reclaman su protagonismo en el acontecimiento gozoso en el que han sido envueltos por el Espíritu del Señor.
Al hombre que gime en medio de las tinieblas de la muerte
le llega la luz de Dios; una estrella rasga el lejano firmamento y se acerca;
el temor consecuencia de la muerte del pecado se desvanece por la paz del
perdón. Se anuncia a todos los pueblos el cumplimiento de su ignorada adopción
filial, pero revelada ahora como misterio amoroso de Dios. Surge la estrella
que ilumina el cielo y embellece el firmamento; florece la sequedad del
desierto en una primavera eterna con la presencia del Señor.
La voz presagia a la Palabra, rompiendo el silencio
antiguo de la incredulidad; los oídos se destapan y los ojos se abren. Dios es
favorable, y los corazones empedernidos se reblandecen por la gratuidad del
amor.
¡Ven, Señor!
Que así sea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario