Miércoles 1º de Adviento
(Is 25, 6-10; Mt 15, 29-37)
Queridos hermanos:
Continuando nuestra mirada al Reino de Dios que irrumpe con Cristo, hoy la palabra nos presenta el banquete mesiánico en el que será saciado el corazón del hombre: “Comerán, se saciarán y sobrará”. El nuevo y verdadero Moisés, el esperado, introducirá al pueblo en la Tierra Prometida. Isaías describe las ansias del corazón humano, que son ansias de la bienaventuranza a la que está llamado: las promesas hechas por Dios a través de la Historia de la Salvación. Un pueblo renovado en el que: “Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios” y los pobres son evangelizados. Una tierra en la que habite la justicia y la muerte sea aniquilada. Una vez saciados los hijos, serán también saciados los “perritos,” porque ya no habrá judíos ni gentiles, griegos ni escitas, esclavos ni libres, sino hijos de Dios.
En la simbología evangélica, esta
segunda multiplicación se dirige a los gentiles, que también son llamados al
encuentro con la Palabra que sacia el corazón humano. El número siete en el
Evangelio nos habla de plenitud; todas las naciones son invitadas al banquete
del reino que viene con Cristo y en el que los invitados serán servidos por la Iglesia.
La muerte aniquilada, de la que habla
Isaías, anuncia el perdón de los pecados; la vida descenderá del monte santo como
el agua que viene del cielo, para fecundar la tierra y hacerla germinar, para
alimentar a todas las naciones.
Nosotros somos invitados a este festín
y a este monte, para ser saciados y poder así, alimentar con la abundancia
sobrante a todos los hambrientos de la tierra.
Que así sea.
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