Viernes 1º del TO

Viernes 1º del TO 

Mc 2, 1-12             

Queridos hermanos:

El amor de Dios por el hombre no queda anulado por el pecado, pero Dios, se duele del extravío del hombre, y busca su salvación mediante la conversión y la fe: “Las aguas torrenciales no pueden apagar el amor.” Dios es fiel y su amor no mengua ante nuestra infidelidad; en lugar de quedarse en su dignidad ofendida, envía a Jesucristo como cumplimiento de sus promesas, y sella su alianza en la sangre de Cristo para el perdón de los pecados. Siendo amor, no puede negarse a sí mismo, y a pesar de nuestra infidelidad, permanece fiel. Las ofensas recibidas no hacen malo un corazón bueno.

Entre la fidelidad de Dios y la del hombre, media la fe, lo mismo que entre el pecado y la justicia, por la que al hombre le son perdonados sus pecados y le es dado el Espíritu Santo, para que no sólo quede curado, sino también fortalecido para seguir al Señor haciendo la voluntad amorosa de Dios. El sí de Dios al hombre, que se ha mantenido a través de la historia a pesar de la infidelidad humana y que ha llegado a su plenitud en Cristo, alcanza para el hombre a través de la fe, su sí a Dios.

El hombre, acogiendo a Cristo mediante la fe, responde a Dios que lo entrega para perdonar sus pecados, valorando su amor. Por eso dice el Evangelio que Cristo “viendo la fe de ellos”,  afirma que los pecados del paralítico están perdonados. Sólo menciona los del paralítico, porque es en él, en quien va a realizar la señal que se le solicita, pero la fe que comparten, les hace compartir también la justificación y el perdón. La fe del paralítico al que Cristo llama “hijo” queda implícita en la de aquellos que le ayudan, y en la obra que realizan juntos, de la misma manera que lo está el perdón de aquellos de los que se proclama su fe, en el perdón del paralítico.

          Es importante destacar la “obra” que realizan juntos de: “abrir el techo encima de donde él estaba”, y que el evangelista interpreta diciendo: “Viendo la fe de ellos”. Hay ocasiones extremas en las que la oración, requiere pasar a la acción heroica de un amor, por el que se niega uno a sí mismo en favor del otro; que no sólo implica nuestra preocupación o nuestro tiempo, sino que incluso requiere involucrar nuestro dolor o nuestra propia vida, como ha hecho Cristo por nosotros.

Una fe intrépida, obtiene una insólita curación y un imponderable perdón. Cristo otorga la curación y atestigua el perdón que obtiene la fe. Grandezas nunca vistas, exigen notables sumisión y humildad en los agraciados con su contemplación. Cuanto más grande es el don, mayor respuesta exige al agraciado. “A quien se confió mucho, se le pedirá más” (Lc 12, 48).

Cristo relaciona la capacidad de perdonar con la de curar: “Para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar...“ La enfermedad y la muerte, hacen referencia al pecado, y por ello el perdón del pecado vence también la muerte que actúa en la enfermedad. Cristo une con frecuencia las curaciones a la fe que perdona los pecados, y el perdón, al amor que lo hace visible.  En efecto, donde está el amor no tiene cabida el pecado.

Los prodigios del pasado que narra la Escritura, en los que Dios mostró su amor salvando a Israel de Egipto, y perdonando sus pecados, se renuevan ahora en Cristo, que salva definitivamente a su pueblo de los pecados, que han llevado al Señor a aceptar la condición de esclavo, y de siervo. Amor salvador de Dios, como había anunciado el ángel a María; amor que es significado a través de las curaciones, y que hace brotar en el pueblo la glorificación y las alabanzas a Dios, que obra maravillas.

También nuestra fe debe hacerse visible a todos en el amor a los hermanos y en la intercesión valiente y esforzada por ellos al Señor que ve los corazones. Nuestra fe debe llegar a ser “fidelidad” por la confianza, la paciencia, y la perseverancia, para que la justificación se traduzca en vida, que salta hasta la eternidad, como dice la Escritura: ”El justo vivirá por su fidelidad” (cf. Ha 2, 4 y Rm 1, 17). Podemos decir, que por la fidelidad, la fe se manifiesta como amor.

Que la Eucaristía, sacramento de nuestra fe, borre nuestros pecados y nos alcance la salvación y la vida eterna, intercediendo por nuestros hermanos.

             Que así sea.

                                                           www.jesusbayarri.com

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