2 de enero
1Jn 2, 22-28; Jn
1, 19-28
Queridos hermanos:
Contemplamos hoy el testimonio de Juan que viene a inaugurar el Evangelio
con su predicación (Hch 1,22; Mc 1,1-4). Confiesa humildemente a Cristo, de
quien no se siente digno de desatar las correas de sus sandalias. Como
su nombre indica, el ministerio de Juan Bautista anuncia un tiempo de gracia,
en el que “Dios es favorable” para
volver a Él. La conversión, como sabemos, es siempre una gracia de la
misericordia divina que acoge al pecador. Ahora, la fidelidad a Dios de los
“padres”, puede llegar al corazón de los hijos. Es tiempo de reconciliación de
los padres con los hijos y de todos con Dios. Es tiempo de alegrarse con la
cercanía de Dios y volver a él con gozo, porque: “Al volver vienen cantando”.
“Dios es favorable”, y ese
será el nombre de Juan, llamado a encarnar el kairós por excelencia de la
historia. Será el mensajero del “Año de gracia del Señor”. Hijo de Zacarías, “recuerdo
del Señor”, y de Isabel “descanso”. Hijo de padres justos, y él mismo, lleno de
Espíritu Santo ya desde el seno materno.
«Vino para dar testimonio de la
luz, a fin de que todos creyesen por él» (Jn 1,7s). La misión de Juan
como profeta y “más que un profeta”, no es sólo la de anunciar, sino la
de identificar al Siervo del Señor, señalándolo entre los hombres: «He ahí
el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.» Hay que recordar que la
misma palabra puede significar siervo, y cordero. Uno y otro, toman sobre sí
los pecados del pueblo para santificarlo.
Para
el desempeño de su misión, Dios mismo va a revelar a Juan en medio de las aguas
del Jordán quién es su Elegido: «He visto al Espíritu que bajaba como una
paloma del cielo y se quedaba sobre él; ése es el que bautiza con Espíritu
Santo; ése es el Elegido de Dios.» Ya
en tiempos de Noé, sobre las aguas mortales, descendió una paloma, pero no
encontró sobre quien posarse. Ahora, el Espíritu que se cernía sobre las aguas
en la primera creación, se posa sobre Cristo para que de las aguas de la muerte
surja la Nueva Creación.
Dios anuncia su Palabra de vida, y el elegido que la
escucha, la proclama para llevarla a cumplimiento, recibiendo la misión y el
poder de que se cumpla. Juan el
Bautista, es quien prepara el camino al Señor, llamando a la conversión, a la
confesión de los pecados, a la penitencia, y al bautismo de agua en el Jordán.
Rechazar a Juan es frustrar el plan de Dios, como dice
Lucas, (Lc 7, 30) porque de hecho es a Dios a quien se rechaza en su enviado. Cristo viene a dar cumplimiento
al anuncio de Juan el Bautista llenando de contenido con la Palabra, el eco de
la Voz, y a completar el bautismo de agua con el fuego del Espíritu Santo. El
amigo del novio da paso al Esposo y la novia exulta escuchándolo llamar a su
puerta: “Levántate, amada mía; mira que
el invierno ya ha pasado, la higuera echa sus yemas, y el tiempo de las
canciones ha llegado.”
El Espíritu
y la Iglesia testifican juntos, y se nos hace presente el testimonio de Juan
Bautista y el de Cristo. Juan testifica a Cristo y Cristo al Padre; Juan lo que
le ha sido revelado y Cristo, lo que ha visto.
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