San Vicente Mártir

San  Vicente Mártir

Eclo 51, 1-12; Rm 8, 35.37-39; Mt 10, 17-22 ó Jn 12, 24-26

Queridos hermanos:

          Recordamos hoy a nuestro patrono, el diácono Vicente (vencedor), llegado a nuestras tierras para implantar con el testimonio de su sangre, la fe de Cristo, que en el transcurso de la historia ha fructificado abundantemente en santidad, y cuyo fruto perdura aún hoy, en estos “tiempos recios”, en los que nos toca a nosotros tomar el testigo de una vida cristiana que siga siendo luz en medio de las tinieblas que pretenden enseñorearse en nuestras vidas.

          Hay persecuciones porque sigue habiendo lobos, o gente seducida por el lobo, que suelen vestirse con piel de oveja. No hay que provocar la persecución sino actuar con prudencia ante quienes engañan, y con la astucia que saben utilizar los malos para sus maldades. Con todo, la persecución no faltará. Dios que la permite, hará que produzca fruto mediante el testimonio del Espíritu, y sea un medio de conversión para nosotros y para el mundo que no lo conoce o se ha apartado de Él.

          Como dice San Agustín: Si el que nos parece el peor se convierte, puede llegar a ser el mejor; y si el que nos parecía el mejor se pervierte será el peor. “Corruptio optimi, cuiusque pesima” (conversio pesimi, cuiusque optima). Nuestro trabajo es prestar libremente y de buen grado nuestro cuerpo, y el fruto, será Dios quien lo dé muy por encima de nuestras capacidades. El inspira a quien habla en su nombre y convierte a quien escucha con un corazón recto.

          El protomártir en Valencia, Vicente, como Esteban, nos pone de manifiesto no sólo la negación real a los discípulos en aquel ambiente del rechazo a Cristo, sino su condición esencial frente al mundo, siempre en constante oposición a su misión: “Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel. Señal de contradicción”. Esa es la esencia de la condición del cristiano y deberá serlo en cada generación, según la visión profética del Señor: Si a mí me han perseguido, a vosotros os perseguirán. Yo al elegiros os he sacado del mundo. Si el mundo os odia sabed que a mí me ha odiado primero, porque no han conocido ni al Padre ni a mí.

          Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo, y mi espíritu hablará por vosotros, dándoos una sabiduría a la que no podrá contradecir ningún adversario vuestro; también hablaré ante el Padre en defensa vuestra, mostrándole mis llagas gloriosas que os purifican de todo pecado y de todo mal; os fortaleceré para que podáis perseverar hasta el fin, en el testimonio que se os asignará para salvación del mundo, y que os salva a vosotros desde ahora: Veréis el cielo abierto y al Hijo del hombre en pie a la derecha del Padre.

           Caridad y anuncio son inseparables y se corresponden mutuamente: Cristo es el cumplimiento de las profecías, al que tienden todas las Escrituras y la misma historia de la salvación humana. Vicente recibe el Espíritu del Señor y junto a su sangre, ofrece a Dios el perdón de sus enemigos, como digno discípulo del Señor crucificado por él.

          Así se propagará su testimonio precioso, por el mundo romano, y llegará hasta nosotros, como dijo Tertuliano: «Nosotros nos multiplicamos cada vez que somos segados por vosotros: la sangre de los cristianos es una semilla» (Apologético, 50,13). Con la persecución hacemos presente al Señor que nos acompaña siempre con su cruz, levantada y gloriosa, desde la cuna hasta el sepulcro.

          Proclamemos juntos nuestra fe.

                                                                     www.jesusbayarri.com   

 

 

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