5 de enero

 

5 de enero 

(1Jn 3, 11-21; Jn 1, 43-51) 

Queridos hermanos:

           La liturgia sigue presentándonos a los apóstoles y recordándonos que la condición del discípulo es el amor. Habiendo sido alcanzados por el amor gratuito de Dios, somos apremiados al amor de los hermanos, y al amor a los enemigos, en virtud de nuestra filiación adoptiva que nos han alcanzado la fe en Jesucristo, y el Espíritu Santo. Por él, hemos conocido el amor que Dios nos tiene, mediante el testimonio que da a nuestro espíritu, y que nos hace exclamar: ¡Abbá, padre!

          Como Natanael hemos sido conocidos por Cristo y amados en nuestra realidad y en nuestros pecados. Este amor nos llama a su seguimiento en espera de la promesa de la gloria que debe manifestarse en nosotros. Cada uno tenemos nuestro propio “Felipe” y nuestra propia “higuera” en la que hemos sido vistos, conocidos y amados por Cristo, antes de habernos encontrado con él y haber profesado: “Tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel”.

          Juan anuncia a Andrés, Andrés a Pedro, y Felipe a Natanael, y se va repitiendo como un estribillo: Venid y lo veréis, ven y lo verás, tal como canta el salmo: “Gustad y ved que bueno es el Señor”. El Padre y el Espíritu dan testimonio de Cristo como lo hace Juan el Bautista, y después los apóstoles, los evangelistas y los demás discípulos, generación tras generación hasta el final de los tiempos. Por el testimonio es regenerada la humanidad y la creación entera que aguarda la manifestación gloriosa de los hijos de Dios.

           Que así sea.

                                                           www.jesusbayarri.com

         

 

 

 

 

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