Miércoles 2º del TO

Miércoles 2º del TO 

Mc 3, 1-6

Queridos hermanos:

          ¡Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me seque la diestra! (Sal 137,5).

          Olvidarse de Jerusalén es olvidarse del Templo y por lo tanto, olvidarse del Señor, de la elección; es como volver a Egipto.

          Para el salmista desterrado físicamente es más importante llevar a Jerusalén en el corazón, que su propia integridad, la plena capacidad de valerse por sí mismo que da la mano diestra. Llevar a Jerusalén en el recuerdo es llevarla en el corazón; Jerusalén es el Templo y la presencia de Dios en medio de su pueblo; es la consciencia de la elección y la predilección de Dios que da sentido a su existencia, y el memorial de su alianza. Jerusalén es el Moria de Abrahán y de Isaac; es la meta de David y Salomón. El Padre y el Hijo han culminado en ella el drama histórico y supremo de amor sobre la tierra. El mismo Señor ha llorado sobre ella: “Cuántas veces he querido reunir a tus hijos como la gallina a sus polluelos bajo sus alas y no habéis querido”. “Si me olvido de ti”… sea yo maldito eternamente; sea mi destino peor que el de tus enemigos; hijo bastardo y malnacido; aborto por siempre.

          Olvido de Jerusalén es el olvido del Señor: “Escapados de la espada, andad, no os paréis, recordad desde lejos al Señor, y que Jerusalén os venga en mientes.” (Jr 51,50). Auténtico destierro y lejanía del Templo profanado por la idolatría es el olvido de Jerusalén. El desterrado que mantiene en su corazón el recuerdo del Señor, en su lejanía, ofrece al Señor un culto espiritual.

          Un hombre con la mano derecha seca, es como un signo que hace presente a Israel, la maldición que representa el olvido del Señor, la impiedad del corazón que hace de él un desterrado aunque siga físicamente en la tierra. Un desterrado, no obstante, es alguien que ha  escapado de la espada en el día fatal (Jr 51, 50) gracias a la misericordia divina y debe al Señor el culto de la gratitud, que mantenga vivo en su corazón el recuerdo del Señor en tierra extraña. Avivar este recuerdo es como caminar hacia Jerusalén. ¿Acaso no es ese el espíritu del sábado en medio de la aridez y el vivir cotidianos?

          Jesús, viendo al hombre de la mano seca, tiene ante sí una imagen de la maldición que implica el alejamiento de Dios. Un pueblo que honra a Dios con sus labios pero su corazón está lejos de él. A este pueblo ha venido a llamar el Señor, para llevarlo al amor del verdadero culto a Dios, Padre, Espíritu y Verdad, infundiendo en su corazón el recuerdo entrañable de Jerusalén.

           Que así sea.

                                                           www.jesusbayarri.com

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