Miércoles 9º del TO
Mc 12, 18-27
Una vez recuperados nuestros miembros, viviremos en la
comunión de los santos, en una unión virginal con el Señor que se nos entregará
en la posesión de la visión, haciéndonos un solo espíritu con él.
Ahora mientras perdura este “hoy”, estamos llamados a
dar razón de nuestra esperanza dichosa, afianzados en la palabra buena del
Evangelio y en la obra de la evangelización, por nuestro Señor Jesucristo que
nos ha amado y consolado gratuitamente. El nos guardará del Maligno y nos
sostendrá en el combate con la tenacidad de Cristo en su amor.
Gran error el de los saduceos por no
entender las Escrituras y el poder de Dios. Para entender las Escrituras es
necesario el Espíritu que las inspiró, que se recibe por la fe, en la sumisión
a Dios que se nos revela amor, vencedor de la muerte y el pecado, quien por su
Verbo, creo todas las cosas. Hay resurrección, porque quien dio vida a todo de
la nada, puede darla igualmente a los muertos. Para Dios, en efecto, todos
viven. La muerte no puede privar al autor de la vida de sus criaturas, aunque a
ellas las prive de su cuerpo por un tiempo intermedio ante la resurrección.
En la vida nueva de la resurrección no
habrá ya muerte, ni marido ni mujer, necesarios sólo para la procreación, y la
comunión entre ambos será distinta y superior a la unión conyugal y familiar.
Que así sea.
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