Sábado 12º del TO
Mt 8, 5-17
Cafarnaúm, “lugar de abundancia y de
consolación”, está llena de orgullo por su bienestar en medio de la Galilea de
los gentiles, frontera de las naciones, que se convertirá en horizonte para la
expansión de la Iglesia en su misión evangelizadora hasta los extremos confines
de la tierra.
La Escritura nos
muestra el paradójico ámbito de la fe, a través de pobres, pecadores y
gentiles, que alcanza tanto al pobre ciego, como al vil publicano, al
malhechor, o al pagano centurión, de quien hoy dan testimonio además, su
humildad, y el altruismo de su caridad. Fe, humildad y caridad, son poderosos
intercesores de la oración, que Dios no desoye. Cómo no entrar en la casa, de
quien por la fe, lo había ya acogido en su corazón, como rememoramos en la
Eucaristía.
En
el tiempo de Adviento somos situados ante esta llamada universal a la fe como
respuesta personal, y como misión a las naciones, a la que somos invitados. Sea
con nuestra adhesión o sin ella, la llamada debe llegar a los confines de la
tierra antes que vuelva el Señor. En este tiempo nuestro, las naciones
abandonan la invitación al banquete del Reino, más que seguir llegando de los
cuatro vientos. Es por tanto tiempo de misión y de testimonio al que hemos sido
llamados mientras se completa el número de los hijos de Dios.
Este es pues un “kairós”
de vigilancia ante la venida del Señor, viviendo en su presencia, mientras
nuestra mente y nuestro corazón lo aguardan para que ocupe el centro de nuestra
existencia por agradecimiento a su caridad.
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