Miércoles 11º del TO
2Co 9, 6-11; ó
2R 2, 1.6-14; Mt 6, 1-6.16-18.
La
ceniza con la que iniciamos cada año la preparación cuaresmal, resume en un
signo la actitud de humildad, que reconociendo la propia precariedad se abre a
la misericordia de Dios acogiendo el Evangelio.
La
palabra de hoy, nos presenta los caminos de la conversión al amor de Dios y de
los hermanos, que comienzan negándonos a nosotros mismos, para vaciarnos de
nuestro yo.
Nuestra
vida se proyecta a la bienaventuranza celeste, consumación de nuestra gozosa
esperanza de comunión. Los israelitas en Egipto celebraron el paso del Señor y
con él hicieron Pascua de la esclavitud a la libertad; comenzaba para ellos el
desasimiento de los ídolos para preparar sus esponsales con Dios. Su alianza
con el Señor los constituía en pueblo de su propiedad y estrechaba los lazos
que los unían entre sí en una fe común.
Cristo
realizó su Pascua al Padre a través de la cruz, arrastrando consigo un pueblo
sacado de la esclavitud del pecado, y unido por la comunión en un solo Espíritu,
y nosotros somos llamados a unirnos a él y a su pueblo, mientras caminamos a
nuestra Pascua definitiva, de Pascua en Pascua, en la celebración de la
Eucaristía.
Que así sea.
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