Lunes 12º del TO

 Lunes 12º del TO  

Mt 7, 1-5

 Queridos hermanos:

      Detrás de esta palabra hay una afirmación clara: Todos somos pecadores, y hemos alcanzado misericordia por puro don gratuito de Dios. Lo que pretendemos corregir en los demás forma parte de nuestros defectos. La paja del ojo del hermano está también en nuestro propio ojo, pero además tenemos la viga de nuestra falta de caridad. Nuestra visión es defectuosa, porque carece de la luz necesaria de la caridad, que justifica al pecador, porque “la caridad todo lo excusa” y no lleva cuentas del mal (1Co 13, 7). Lo que creemos luz en nosotros, no es sino tinieblas. Los hombres necesitan más de nuestra oración que de nuestra reprensión. Si en nosotros no brilla la caridad, más nos vale preocuparnos de buscarla, para poder ver, antes de corregir a los demás, si no queremos ser guías ciegos y arrastrar a los demás cayendo con ellos en el hoyo.

          La caridad corrige en nosotros nuestras miserias y disimula las de los demás. Cuando se echa a faltar, se engrandecen las carencias ajenas y se disminuyen las propias, con lo que nos vemos impulsados a juzgar y a corregir en los demás, lo que deberíamos limpiar en nosotros. El problema principal no son las “briznas” de las imperfecciones propias y ajenas, sino las “vigas” de nuestra falta de caridad. Nos resulta más fácil sermonear al hermano, que ayunar, o levantarnos en la noche a rezar por sus pecados.

Sobre nosotros pende una acusación. Somos convictos de pecado; acusados en espera de sentencia. En Cristo, Dios ha promulgado un indulto al que necesitamos acogernos, y en lugar de eso, nos erigimos en jueces y nos resistimos a conceder gracia a los demás. El Señor, a esto, lo llama hipocresía, y nos invita a elegir el camino de la misericordia, que somos los primeros en necesitar. Si Dios ha pronunciado una sentencia de misericordia, en el “año” de gracia del Señor, ¿quiénes nos creemos nosotros para convocar a nadie a juicio poniéndonos por encima de Dios? Si la Ley es el amor, tiene razón el apóstol Santiago cuando dice que quien juzga, se pone por encima de la Ley, y por tanto no la cumple.

Si nos llamamos cristianos, debemos comprender que es más importante tener misericordia, que corregir las faltas ajenas y juzgar a quienes las cometen, en lugar de estar dispuestos a llevar su carga por amor, como Cristo ha hecho con las nuestras. Más importante que denunciar, es redimir. Esto no impide que ante ciertos pecados graves haya que reprender a solas al hermano, por amor, tratando de ganar al hermano, como dice el Evangelio (Mt 18, 15; Lc 7, 3). Ama y haz lo que quieras: tanto si corriges, como si callas, lo harás por amor.

En la Eucaristía, Cristo se nos entrega y nos invita a devolver lo que tomamos de esta mesa: perdón y misericordia; amor.

Que así sea.

                                                 www.jesusbayarri.com

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