Jueves 28º del TO
(Lc 11, 47-54)
Queridos hermanos:
Hoy la palabra es una invitación a la fe y a la conversión; a acoger a los profetas y a creer en su enseñanza; a ser también testimonio gozoso con nuestra conversión, para los que necesitan convertirse. Sólo así podrá ser lavada la sangre derramada con nuestros pecados y restaurada nuestra injusticia, antes que terminado el “tiempo de higos,” llegue el tiempo de rendir cuentas. Como dice el evangelio: “Ponte a buenas con tu adversario mientras vas con él por el camino,” no sea que tengas que pagar hasta el último céntimo.
Los profetas son enviados por Dios
para anunciar al pueblo una palabra suya, encarnada en ellos mediante gestos
simbólicos, para hacer volver su corazón a Él, porque lo ama, corrigiendo su
conducta, o anunciándole algún acontecimiento importante, y con frecuencia son
rechazados, maltratados e incluso asesinados, porque el pueblo no se arrepiente
y no quiere convertirse.
Creyendo justificarse a sí mismos y desmarcándose
de la conducta de sus padres, los judíos adornan la sepultura de aquellos que
han rechazado; pero su conducta muestra la misma actitud de rechazo que tuvieron sus padres de los
enviados de Dios; Cristo les echa en cara su perversión; una vez más, se
contentan con lavar la copa por fuera, mientras su interior sigue lleno de
inmundicias, porque le rechazan a él, el único Profeta que puede limpiarlos de la
sangre derramada, desde la del justo Abel, hasta la del último de los profetas,
y lo mismo harán con cuantos Dios les va a enviar.
Rechazar a Jesús es también cerrar la
puerta de la misericordia a las ovejas perdidas de la casa de Israel, haciendo
más pesada su carga impidiéndoles la esperanza y el perdón que anuncia, matando
de nuevo a los profetas como hicieron sus padres. Además, habiendo rechazado a
Juan Bautista, han impedido la acogida de aquel que él anunciaba, como portador
del bautismo en el Espíritu Santo y su fuego.
¿Acaso pensamos nosotros que no se
pedirán cuentas también a nuestra generación, bañada con la sangre de Cristo?
Rechazar a Cristo es rechazar sus palabras, el “año de gracia del Señor,” y
banalizar el “día de venganza de nuestro Dios” sobre nuestros enemigos,
realizado en la sangre de su Hijo. El kairós
de la misericordia sigue abierto para nosotros, invitándonos a la conversión
acogiendo a Cristo, obedeciendo sus mandamientos haciendo su voluntad, para ser
sumergidos en su bautismo mediante la escucha de su palabra, la acción de
gracias por su perdón y la comunión con los hermanos.
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