Sábado 15º del TO
Mt 12, 14-21
Queridos hermanos:
En esta palabra vemos al Señor, que no cesa en su misión salvadora, aunque la persecución comienza a manifestarse. Cuando llegue su “hora”, él mismo acudirá a Jerusalén, donde conviene que todo verdadero profeta sea consumado.
Como en tantas ocasiones, el Señor procura que el sentido
de su misión no sea tergiversado por un éxito aparente y por una exaltación
distinta a la que la voluntad amorosa y salvadora del Padre le tiene preparada
en el seno doloroso de su amor redentor. Nuestra razón miope del plan de Dios,
muchas veces es incapaz de discernir en medio de los acontecimientos
aparentemente contradictorios, la grandiosidad infinita del amor, de la
sabiduría y el poder de Dios.
Ya los profetas habían anunciado todo lo concerniente a la
misión, la vida, y la palabra del Señor, pero sólo quien poseía el Espíritu que
la había inspirado, podía discernir los acontecimientos pasados, presentes, y
futuros, que manifestaban el cumplimiento de la voluntad amorosa del Padre.
Elección, encarnación, predicación, y redención, iban desvelando el misterio
oculto desde la creación del mundo.
El Verbo creador, el Hijo único predilecto en quien el
Padre se complace, ha sido manifestado en su Siervo elegido, que pondrá en acto
la justicia y el derecho, mediante su omnipotente misericordia, a través de su
oblación inaudita de amor. Desvelando el sendero estrecho que conduce a la
vida, hace posible rescatar a quienes habiendo entrado por el ancho camino de
la perdición, estaban sin esperanza y sin capacidad de volver “al pastor y
guardián de nuestras almas.”
Que así sea.
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