Martes 15º del TO

Martes 15º del TO 

Mt 11, 20-24

 Queridos hermanos:

          Con la llegada de Cristo se anuncia el Evangelio de la misericordia de Dios sobre la humanidad sometida bajo el pecado y la muerte, y se abre para el mundo la posibilidad de la vida eterna que hay que conquistar con la gracia de Cristo. Ignorar a Cristo, o rechazarlo, es permanecer en la maldición de la ruptura con Dios, aferrándose a este mundo que seduce engañosamente y se disuelve en su vanidad. Generación tras generación han ido pasando como pasará también la nuestra, mientras el Evangelio sigue llamando a la acogida de Cristo para vida eterna, en medio de un mundo que rechaza a Dios.

          Esta palabra está en el contexto del envío de los setenta y dos, que es un primer juicio de misericordia que se ofrece por el Evangelio. Se anuncia el Reino de Dios con poder, y muchos ignoran las señales que lo testifican y rechazan a quienes lo proclaman, comenzando por Cristo mismo.

          Nos enfrentamos con el misterio de la libertad que puede endurecer el corazón de un hombre: “Se obstina en el mal camino, no rechaza la maldad.” Rechazar la luz de la misericordia, es hundirse voluntariamente en las tinieblas de la muerte. Los milagros que Dios hace en nuestra vida, nos obligan a convertirnos: porque se nos pedirá cuentas de los dones recibidos. “Al que se confió mucho se le reclamará más.”

          Hay que tener en cuenta que las gracias recibidas se nos dan en virtud de la sangre de Cristo, por lo que no se pueden rechazar impunemente. Rechazar a un enviado suyo, es rechazar a Cristo y a Dios. No es lo mismo pecar por debilidad, que rechazar la gracia de la misericordia.

          Sayal (cilicio) y ceniza como penitencia por el pecado y su consecuencia la muerte, habrían impetrado la misericordia para Tiro y Sidón, que ha sido rechazada por Corazín (mi misterio), Betsaida (casa de los frutos) y Cafarnaúm (villa muy hermosa). También sobre Jerusalén tendrá que lamentarse el Señor, por haber desconocido el día de su “visita”. Todo cuanto existe adquiere sentido, gracias a la acogida del juicio de misericordia, que se proclama por el anuncio del Evangelio. Rechazarlo, hunde la creación entera en la frustración. Como signo visible, Jerusalén fue arrasada, Corazín desapareció, y Cafarnaúm quedó sumergida en el lago. La creación entera, sometida, gime en espera de la conversión de los hijos de Dios.

          Quien no ha pecado por carnal, ha pecado por soberbio. ¿Quién puede vanagloriarse de no haber tenido que ser redimido? Dice san Pablo que Dios encerró a todos en el pecado, para usar con todos de misericordia.

          El anuncio del Reino lleva consigo una llamada a la conversión que abre para nosotros las puertas de la misericordia. Prefirieron las tinieblas a la luz porque sus obras eran malas”.  Nosotros somos como aquellas ciudades que gozaron de la compañía y de la presencia del Señor y a las que dirigió su palabra y sus señales. Su incredulidad representa un gran desprecio, en proporción de las gracias que se les ofrecieron. ¿Cuál no deberá ser, pues, nuestra respuesta y nuestra responsabilidad, nosotros que nos hacemos uno con el Señor en la Eucaristía?

           Que así sea.

                                                 www.jesusbayarri.com

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