Santa María Magdalena

Santa María Magdalena

Ct 3, 1-4b; Jn 20, 1-2.11-18

Cristo se manifiesta

Queridos hermanos:

En los relatos evangélicos, vemos constantemente que Cristo resucitado no es reconocido cuando aparece, sino en un segundo momento y sólo por algunos. Juan explica este hecho, con el verbo “manifestarse”. San Juan utiliza este verbo con intención teológica: Cristo no se impone a la vista como simple aparición, sino que se revela, se manifiesta, como gracia concedida a quien Él elige, especialmente a quienes le aman profundamente.

Así sucede con el apóstol Juan y con María Magdalena. También en momentos litúrgicos, como la fracción del pan en Emaús, o al entrar en el Cenáculo ante los once. En el Evangelio que hoy contemplamos, Jesús se manifiesta primero a María Magdalena, aquella de quien había expulsado siete demonios, testigo silenciosa de la muerte del Señor y fiel junto al sepulcro. Ella será la primera en contemplar a Cristo Resucitado y en anunciarlo a los discípulos.

Este primer encuentro no es casual: prepara los posteriores encuentros mistagógicos y sacramentales con los once. A María, Cristo le dice: "Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios". Aquí se inaugura la filiación divina compartida, el misterio por el cual somos hechos hijos en el Hijo.

El Hijo eterno, el Verbo encarnado, ha tomado cuerpo para cumplir la voluntad del Padre: "No quisiste sacrificios, pero me formaste un cuerpo... He aquí que vengo a hacer, oh Dios, tu voluntad" (Hb 10, 5s). Esa voluntad consiste en que los hombres sean incorporados a Cristo, adoptados como hijos en Él. Ya no somos solo discípulos: somos hermanos en Cristo, miembros de su cuerpo, unidos por el fuego vivo de su amor, como expresó el Papa Benedicto XVI: "Formamos una sola cosa con Él y entre nosotros". ¡Qué sublime vocación la nuestra!

Y así como en el nacimiento humano la cabeza precede al cuerpo, en la glorificación de Cristo junto al Padre, su cuerpo —la Iglesia— asciende también con Él. San Pablo lo proclama: "Hemos sido resucitados con Cristo y sentados con Él en los cielos". Es el misterio consumado por su entrega y resurrección, el cumplimiento de la obra que el Padre le confió.

María Magdalena, que anhela tocar al Maestro, deberá esperar a que nazca plenamente el cuerpo místico de Cristo —la Iglesia— para ser esposa, para tocarlo en la comunidad. Solo en comunidad, como las mujeres en Mateo 28, 9, se le puede “abrazar y no soltar”, como la esposa del Cantar: “Lo he abrazado y no lo soltaré” (Ct 3, 4).

En la Iglesia, por la Eucaristía, se nos concede incorporarnos a Cristo, gustar su amor, y adorarle abrazados a sus pies en comunión con los hermanos. Sólo en comunidad, podemos decir con verdad: “Padre nuestro... Dios nuestro.”

Que así sea.

                                        www.jesusbayarri.com

 

1 comentario:

  1. Feliz cumpleaños padre!! , reciba un abrazo. Al parecer la iglesia ortodoxa reconoció primero a María Magdalena, ¿porqué fue esto?

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