Sábado 4º del TO
Mc 6, 30-34
Queridos hermanos:
Como nos muestra el Evangelio, todo tiene su tiempo: su tiempo el
trabajo y su tiempo el descanso. Así lo ha querido el Señor, dándonos esta
realidad corporal, que arrastra las debilidades de una carne sometida a las
consecuencias del pecado (Gn 3,17), con la esperanza de su glorificación y el
auxilio de la bondad divina en este destierro.
El Señor educa a sus discípulos, que serán también pastores en su
nombre, enseñándoles a sacrificar incluso su descanso para compadecerse de
quienes, careciendo de todo, “vejados y abatidos” acudan a ellos. Sólo el amor
hace posible el don sin medida y el verdadero descanso: “Mi Padre trabaja
siempre, y yo también trabajo”. Dios descansa de crear el mundo, pero no de
gobernarlo con amor, y de renovarlo cada día con su misericordia.
Dios quiere siempre el bien para su pueblo; provee a sus necesidades y
lo defiende de los peligros como hace un pastor con sus ovejas. Dios suscita
para esta misión pastores, que cuiden en su nombre a sus ovejas, y si las
descuidan y son atacadas por el lobo, les pide cuentas y los sustituye. Cuando
los pastores fallan, Dios dice: “Yo mismo apacentaré a mis ovejas” (Ez 34, 15).
Hoy el Señor nos mira con amor y se compadece de nosotros, que andamos
como ovejas sin pastor, a merced de tantos que buscan nuestro mal y nos
dispersan con sus embustes, y nos llama para que acudamos a Cristo. Cristo es
el buen pastor que Dios ha suscitado para arrancar a las ovejas del maligno.
Quien se une a Cristo está a salvo de todo mal. Quien escucha al diablo, se
deja seducir por las ideologías y los falsos profetas del mundo, a través de algunos
medios de comunicación, sectas, brujos y adivinos, que en nombre de la
libertad, el bienestar, la cultura y la ciencia, no son sino heraldos de
Satanás que engañan y pervierten a cuantos andan dispersos y a merced de sus
pasiones, haciéndolos caer en toda clase de trampas.
La Iglesia tiene la Verdad del amor de Dios, con la que nos pastorea
Cristo, dándonos los buenos pastos de su palabra y el Espíritu Santo; Él es el
verdadero profeta a quien hay que escuchar para vivir, nuestro guía que nos
congrega, nos conduce y nos defiende: “Venid a mí todos los que estáis cansados
y agobiados; tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí que soy manso y
humilde de corazón y encontraréis descanso para vosotros; y encontraréis reposo
para vuestras almas”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario