Miércoles 12º del TO
Mt 7, 15-20
Queridos hermanos:
Si profeta es el que habla en nombre de Dios, el falso profeta, aunque pretenda hablar en su nombre, en definitiva lo hace en nombre del diablo, mentiroso y padre de la mentira que le inspira la falsedad, por la maldad, con la que ha llenado su corazón. Del corazón, como dice la Escritura, salen las intenciones malas y todas las perversidades que contaminan al hombre, y que el Evangelio de hoy denomina “sus frutos”. San Lucas añade: “El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca lo bueno, y el malo, del malo saca lo malo. Porque de lo que rebosa el corazón habla su boca.”
Hemos
escuchado que los falsos profetas se disfrazan de ovejas; su disfraz son su
hipocresía y sus palabras, que aun apareciendo en ocasiones como buenas, tratan
de engañar a quienes se dejen seducir por ellas. Por eso, en estos casos, dirá
Jesús: “Haced, pues, y observad todo lo
que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen.”
La
persona está llena de fantasías, ilusiones y deseos, pero su verdad se
manifiesta en sus actos conscientes y libres, que la definen y la construyen.
Los que se dejan guiar por el espíritu de Dios, esos son hijos de Dios.
El corazón debe estar sólidamente adherido al
Señor mediante las acciones de nuestra voluntad y no sólo por vanas
especulaciones de nuestra mente, por las palabras, por los sentimientos o los
deseos.
Con frecuencia nuestro corazón está lleno de sí
mismo: de nuestros miedos y nuestra desconfianza, que se plasma en la
incredulidad, y con dificultad se abre a la voluntad de Dios que, es siempre
amor y fortaleza para quienes en él se refugian. Por eso la incidencia de la
palabra de Dios en nosotros, es con frecuencia débil, al no encontrar
resonancia en el abismo de nuestro corazón.
Las obras de justicia con las que respondemos a
la voluntad amorosa de Dios, son las piedras sillares que sostienen la casa del
justo, para que se mantenga en pie eternamente. Sólo en sus acciones, se
muestra la verdad de la persona, como decía Juan Pablo II en: “Persona y acción,”
y el resto son intenciones, fantasías e ilusiones, como decía santa Teresa. “Hechos
son amores,” como dice la sabiduría popular.
Que así sea.
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