Lunes 5º de Cuaresma
(Dn 13, 1-62; Jn 8, 1-11)
Queridos hermanos:
Cuando Israel se encuentra en el destierro por haberse alejado de Dios, tiene el fruto de sus pecados en las manos, pero es invitado a mirar hacia adelante y confiar en el amor de Dios, que tuvo poder para conducir a su pueblo por el desierto en medio de grandes prodigios, abriéndole un camino de retorno de la esclavitud.
Cristo ha venido a proclamar un “año
de gracia del Señor”, pero los judíos, para tentarle, quieren que adelante
el juicio sobre aquella mujer. Entonces Cristo viene a decirles: Mi tiempo, es
tiempo de misericordia; “tiempo de higos”
en el que: “el Padre hace salir su
sol sobre buenos y malos y manda la lluvia también sobre los pecadores”.
Cuando llegue el tiempo de juicio, lo
será para “la higuera” y para todos, comenzando por el Templo. ¿Por qué debo
juzgar a esta mujer y no también a todos vosotros? Si queréis que adelante el juicio,
comencemos por los más viejos. Entonces el dedo del legislador que escribió la
ley sobre las tablas de piedra para Moisés, comienza a escribir sus sentencias
sobre la arena, y como nos ocurre a nosotros, aquellos judíos estaban más
dispuestos a juzgar que a ser juzgados e inmediatamente perdieron todo interés
en el asunto.
Cristo mediante el perdón, abre un
camino a la adúltera, para que abandonando sus pecados, pueda lanzarse a la
meta en el amor de Cristo, que rompe la muerte y cambia el juicio en gracia para
la conversión. Él se ha hecho, como dice san Pablo, nuestra justicia por el
perdón de los pecados. En él podemos ser justificados. Recordemos sus palabras:
“No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados”
La
Ley, ante la imposibilidad de cambiar el corazón, aniquilaba al pecador, pero
Cristo, con la gracia de la fe obtiene el perdón, anula el pecado, salva de la
muerte, y regenera al pecador con el don de su Espíritu Santo, dándole un
corazón nuevo, en el que el fuego del amor, graba su ley en las tablas de carne
de su corazón.
La Cuaresma es también tiempo de
misericordia y camino de esperanza en la promesa que ya se divisa; tiempo de
preparar el vestido nupcial y de vigilar, no sea que se cierre la puerta ante
nosotros.
Que así sea.
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