Domingo 3º de
Adviento B ¡Gaudete! (¡Regocijaos!)
(2017: “O Sapientia”-Oh Sabiduría-)
(Is 61, 1-2. 10-11; 1Ts 5, 16-24; Jn 1, 6-8. 19-28)
Queridos
hermanos:
En
este 2017, el tercer domingo de Adviento, “Gaudete”, coincide con la primera de
las “ferias mayores” de Adviento: “Oh Sabiduría”, en las que la liturgia centra
su mirada en el misterio del nacimiento de Cristo, dándoles a las antífonas de
vísperas, nombres proféticos del Mesías que figuran en las Escrituras.
Domingo de “regocijo” en medio de la vigilante
espera de la venida gloriosa del Señor y de su humilde presencia en carne
mortal para nuestra salvación. El Señor se encuentra ya entre nosotros y su manifestación
se hace inminente, acrecentando el gozo por la salvación ya próxima. El profeta
Isaías movido por el Espíritu, nos anuncia en la primera lectura el “año de
gracia del Señor” cuyo cumplimiento proclamará Cristo en la sinagoga de
Nazaret.
Se
escucha “la voz” que lo anuncia, y que debe dar paso a la Palabra, como la
aurora cede su claridad en favor de la luz y el calor del sol, plenitud de su
resplandor y perfección de su verdad; así la “justicia” debe dar paso a la Santidad,
la “ley” a la Gracia, y el “mensajero” a su Señor.
El Señor se hace presente ocultamente para
manifestarse después; el “hijo del carpintero” se revela “Cordero de Dios”; el
niño envuelto en pañales, recostado en un pesebre, será reconocido como el
Salvador, el Mesías, y el Señor, manifestado al mundo con su resurrección.
Crecen la espera, el gozo y la “alegría”,
y la atención se aviva ante el deseo de encontrar al Esperado de todos los
tiempos y al Deseado de todos los corazones. Se acerca el Esposo, y las
entrañas de la esposa destilar mirra fluida al escuchar su voz. Hay que
agudizar el discernimiento y eliminar toda mancha: ¡vigilancia y calma!
La voz del Juan Bautista sigue clamando “preparad el camino del Señor”. Debe ser
removido todo obstáculo del corazón ante su llegada, para que las murallas de nuestra
libertad dejen el paso franco, abriendo al Señor las puertas de nuestra voluntad, a la conversión. El velo de
nuestros ojos será removido, se abrirán nuestros oídos, y nuestro corazón se
conmoverá para acoger la salvación. Seremos luz en el Señor, pequeños, nacidos
de la gracia, y acogidos en el Reino de los Cielos.
San Pablo nos invita a la oración
constante y a la apertura a la acción del Espíritu que se nos da en la
Eucaristía.
Proclamemos juntos nuestra fe.
www.jesusbayarri.com
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