Séptima feria mayor de Adviento “Oh Emmanuel”
(Ml 3, 1-4.23-24; Lc 1, 57-66)
Queridos hermanos:
Ante la inminencia de la Navidad de
Cristo, contemplamos hoy el nacimiento de su precursor que recibe su nombre y
su misión: Juan, “Dios es favorable”, abre un tiempo de gracia y conversión,
para esperar el “año de gracia” que inaugurará el Mesías.
Expectación, miedo y estupor del pueblo,
por la proximidad de Dios a la indignidad del hombre, ofuscado por lo numinoso,
como en el caso de Pedro ante la pesca milagrosa: “Apártate de mí, Señor, que soy un hombre pecador.” Al mismo
tiempo, todo queda envuelto en un clima de gozo, propio de la presencia del
Espíritu que se cierne sobre las tinieblas del mundo que se apresta a recibir
la luz.
Se palpa el poder creador de Dios, y el
calor de su misericordia relativiza las negatividades humanas, ante la fuga de
las vanas potestades del mal. Satanás se tambalea en su pedestal, pronto a
precipitarse como un rayo de su usurpada altura, con el resonar de la Buena
Nueva.
El Señor está cerca; huyan las tinieblas
y las sombras que brilla la luz de Cristo. Que exulten el desierto y la montaña
de Judea elegidos por Dios para manifestarse, se regocije el Jordán y cante
Jerusalén; que se engalane para las bodas la Hija de Sión.
Ven Señor y arrástranos tras de ti;
compadécete de nuestra tristeza y soledad infinitas; se tú nuestro consuelo en
este destierro y aflicción mortales.
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