Quinta feria mayor de Adviento “Oh Sol”
(Ct 2,
8-14; So 3, 14-18; Lc 1, 39-45)
Queridos hermanos:
La palabra de este día está envuelta en manifestaciones celestes de ángeles y del Espíritu Santo, como corresponde al misterio de los hijos que guardan sus madres al encontrarse. Unidos en la estirpe y en la gracia. El mayor entre los nacidos de mujer y el Primogénito de toda la creación. La voz y la Palabra. El Amor y la Esposa se encuentran y el poder y la fecundidad de Dios hace fructificar a la virgen y a la estéril en medio del gozo y la exultación.
“María se
puso en camino y se fue con prontitud”. María es movida por el Espíritu hacia Isabel, porque Cristo
va al encuentro de Juan. El gozo de María es el de Cristo que vive en ella,
Juan lo percibe junto con Isabel y hace exultar y profetizar a la madre,
quedando ambos llenos del Espíritu: “Bendita tú entre las mujeres y bendito
el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que venga a verme la madre de mi Señor?
¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de
parte del Señor!” El Espíritu Santo por boca de Isabel, exalta la fe de
María en las promesas que le han sido comunicadas de parte de Dios. La fe de la
Iglesia es la de María, y la que se nos ofrece hoy a nosotros juntamente con la
promesa del Espíritu, que dará fecundidad al desierto de nuestra vida.
Dios se fija en la humildad de María, a
la que ha santificado desde su concepción: “el Señor no renuncia jamás a su
misericordia, no deja que sus palabras se pierdan, ni que se borre la
descendencia de su elegido, ni que desaparezca el linaje de quien le ha amado”
(Eclo 47, 22).
María se apoyó en Dios en su pequeñez,
y nosotros debemos hacerlo en nuestra debilidad, para poder alcanzar la dicha
de ella por nuestra fe, pues también a nosotros nos ha sido anunciada la
salvación en Cristo.
Juan ha sido lleno del Espíritu y de
gozo con la cercanía de Cristo. Nosotros en la Eucaristía somos llamados no sólo
a su cercanía, sino a hacernos un espíritu con él, de manera que el “Dios con nosotros” llegue a ser Dios en
nosotros. Recibámoslo con fe y que su gozo llene nuestro corazón y le bendiga
nuestra boca.
Que así sea.
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