Sábado 1º de Adviento

Sábado 1º de Adviento 

(Is 30, 18-21.23-26; Mt 9, 35-10,1.5a.6-8)

Queridos hermanos:

          Esta palabra hace presente la centralidad de la misión de Cristo y de la Iglesia: Proclamar el Reino de Dios comenzando por el Israel creyente, de sinagoga en sinagoga por ciudades y pueblos, con las palabras y los signos que lo acompañan, y compadecerse también de la muchedumbre abandonada a su impiedad. Precisamente Cristo ha sido enviado a ellas, las ovejas perdidas, aunque no descuida a las “fieles”.

          Por la misión, el mal retrocede en el corazón de los hombres y Satanás cae de su encumbramiento.

«Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies.» Pedid que Dios suscite mensajeros a los que enviar, para pastorear a los que se pierden por falta de cuidado pastoral. Siendo el Señor quien llama, quien lo puede todo y quien quiere la salvación del hombre, pide no obstante la oración de los discípulos para que Dios suscite “operarios” para la mies. Qué grande es la fuerza de la oración y qué prioritario es en la misión, como en la “pastoral vocacional” el deseo y el celo evangelizador de los discípulos y de la Iglesia. Dios que lo puede todo y puede sacar de las piedras hijos de Abrahán, quiere que la salvación se haga a través de nuestro amor; de la sintonía de nuestro corazón con en suyo. Quiere salvar al hombre a través del deseo de salvación del hombre, y por eso ha querido encarnarse, él mismo, en Cristo, y enviar su Espíritu Santo sobre toda carne, de forma que sea el amor el que lo guíe todo.

Cada carisma de salvación, es sometido por Dios a la aceptación humana libre y gozosa, de cada pastor y de cada hombre, como corresponde a un corazón que ama los deseos del Señor. Cristo le decía a Madre Teresa: Quiero esto de ti… ¿Me lo negarás? El que Cristo enseñe a los discípulos a orar para que Dios envíe obreros a su mies, es para que cada discípulo se abra, él mismo, a la misión, diciendo como Isaías: Heme aquí, envíame.  

La Iglesia tiene el corazón de Cristo: su celo por la oveja perdida, y ese debe ser también el corazón de los pastores, y de cuantos hemos recibido el Espíritu Santo. Cuando Cristo envía a sus discípulos les dice: “Id más bien a las ovejas perdidas.” Es fácil encontrar pastores que se apacienten a sí mismos, que cuidan de su propia oveja, pero hay que pedir a Dios que envíe obreros a su mies; pastores que cuiden de sus ovejas, con especial celo por las descarriadas.

 Que así sea.

                                                 www.jesusbayarri.com

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