Sexto domingo del TO B

Domingo 6º del TO B (viernes 12º; dgo.28 C; 11 de enero; jueves 1º)
(Lv 13, 1-2.44-46; 1Co 10, 31-11, 1; Mc 1, 40-45)

Queridos hermanos:

La palabra de hoy es una invitación a dar gloria a Dios por todo, como dice la segunda lectura, pero sobre todo por Jesucristo, en quien hemos obtenido el perdón de los pecados. Con él todo es gracia para nosotros de parte de Dios, y como agraciados somos llamados a ser agradecidos.
La lepra, impureza que excluía de la vida del pueblo, es imagen del pecado, que aniquila en el hombre la vida de Dios, por la que los fieles se mantienen en comunión. El juicio y la murmuración separan de los hermanos, cono le ocurrió a María la hermana de Moisés, quedando leprosa y fuera del campamento.
El leproso que se acerca a Jesús de Nazaret, va a profesar su fe en Cristo, postrándose ante él y reconociendo su autoridad sobre la lepra y sobre la Ley, al atreverse a infringirla acercándose a Jesús siendo leproso.
Puede sorprendernos que Jesús toque al leproso, siendo así que él puede curar con sólo su palabra y decirle primeramente: queda limpio. Además, también, porque la ley prohibía tocar a un leproso. Pero nosotros sabemos que Jesús, no sólo no puede ser contaminado por la impureza, sino que puede limpiar toda impureza con sólo quererlo. Podemos decir que lo tocó ya curado, pues le dijo “quiero, queda limpio”. Es su voluntad lo que cura y lo que le hizo extender la mano sobre el leproso. Además quiso someterse a la ley en lugar de ignorarla, mandando después al “leproso” curado, para que la cumpliese igualmente, presentándose al sacerdote, siendo así que, como dice San Juan Crisóstomo[1]: Cristo no estaba bajo la Ley, sino sobre ella como Señor de la Ley, y así lo testifica la curación.
La curación, como dijo el Señor, fue para dar testimonio ante los sacerdotes que no creían, de manera que fueran inexcusables si persistían en su incredulidad. El leproso, en cambio, hizo la profesión de fe, que lo salva, como dice Cromacio de Aquilea[2]. El Señor cura y manda al leproso para evangelizar a los sacerdotes y para que viesen su fidelidad a la Ley, dice San Jerónimo[3], y no porque la felicidad del leproso dependiera de su salud, ni lo hizo tan solo para que cumpliera un precepto de la Ley.
Cuando la suegra de Pedro es curada, se pone a servir; cuando el endemoniado es curado, es enviado a testificar a los de su casa; ahora el leproso es enviado a evangelizar a los sacerdotes. También nosotros estamos siendo curados por el Señor y somos enviados a anunciar la Buena Noticia a todos los hombres.

Profesemos juntos nuestra fe.
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[1] Juan Crisostomo, Comment. in Matth., 25, 1
[2] Cromacio de Aquilea, In Matth. Tract., 38, 10
[3] Jerónimo, Comment. in Matth., 1, 8, 2-4

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