Sábado 26º del TO
Lc 10, 17-24
Queridos hermanos:
Ayer la palabra nos hablaba del juicio porque esta palabra está en el contexto del envío de los setenta y dos, que es un primer juicio de misericordia que se ofrece por el Evangelio. Por este anuncio de la misericordia de Dios los hombres son liberados del diablo, que es derribado del cielo en el que lo ha colocado el hombre por el pecado, situándolo en el lugar de Dios.
En primer lugar, el Espíritu nos
revela al Padre y al Hijo, y los misterios del Reino. El mal retrocede, se
perdona el pecado, y surge la comunión en aquellos que acogen la predicación y
retornan a la inocencia original. Dios se hace nuestro próximo y nos llama a la
familiaridad con él. El Señor anuncia la Buena Nueva a los pobres, enaltece a
los humildes: Bienaventurados los pobres de espíritu, que hoy llama pequeños.
Cristo se alegra de la irrupción del
Reino de Dios y del desmoronarse del reino de Satanás, pero a los discípulos
que se alegran de su poder sobre los demonios, les dice que deben alegrarse de
que sus nombres permanezcan escritos en los cielos.
El Apocalipsis habla de unos libros
sobre los que girará el segundo juicio. En ellos están las acciones de los
hombres y los nombres de los que han acogido la misericordia, del primer
juicio. El libro de la Vida. Esto debe preocupar a los apóstoles y también a
nosotros: que nuestros nombres no sean borrados de este libro, para no ser
arrojados al lago de fuego preparado para el demonio y sus ángeles.
Dice el Evangelio que: “aquel día
muchos dirán: Señor, hemos comido y bebido contigo y has enseñado en nuestras
plazas, y en tu nombre hicimos muchos milagros. Y yo les declararé: Jamás os
conocí, apartaos de mí, agentes de iniquidad.
Esta palabra viene hoy a nosotros que
somos llamados en la iglesia a anunciar el Reino de Dios, como pequeños, a los
que han sido revelados los misterios del Reino, para que podamos ver y oír, lo
que ni profetas ni reyes pudieron contemplar. Los misterios se nos han
revelado, pero además se nos da la fuerza del Espíritu para obrar en
consecuencia, y que nuestras obras no sean de iniquidad, para que nuestros
nombres permanezcan en el libro de la vida, y seamos reconocidos por el Señor
el día aquel.
Que así sea
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