Pentecostés A (misa del día)
(Hch 2, 1-11; 1Co 12, 3b-7. 12-13; Jn 20, 19-23)
Queridos
hermanos:
En
este domingo, la palabra está llena de contenido. Aparece la comunidad
cristiana unida por el amor, como una consecuencia de la obra realizada en
ellos por Cristo: Los discípulos incorporados a la comunión del Padre y el Hijo,
reciben el Espíritu Santo, el don de la paz, y la alegría, y son investidos del
“munus” de Cristo para perdonar los pecados, incorporando así a los hombres a
la comunión con Dios. Esta será su misión, de comunicar el amor de Dios que les
ha alcanzado en Cristo.
Guiada
por el Espíritu la Iglesia es conducida al conocimiento profundo del Misterio
de Cristo y permanece atenta a sus inspiraciones. Por él, los fieles claman a
Dios: “¡Abba!, Padre, y proclaman a Cristo como Señor. Él adoctrina a los
apóstoles, inspira a los profetas, fortalece a los mártires, instruye a los
maestros, une a los esposos, sostiene a los célibes y a las vírgenes, consuela
a las viudas, y educa a los jóvenes. De él proceden la caridad y todas las
virtudes.
Mediante
el don del Espíritu el hombre tiene acceso al Reino de Dios y es constituido
miembro de Cristo unido a su misión y fortalecido ante las adversidades.
La
obra de Cristo en nosotros, ha comenzado por suscitarnos la fe, y concluye con
el don de su Espíritu. Él será quien guie la existencia y la misión de los
discípulos, unidos definitivamente a Cristo.
Cristo
ha sido enviado por el padre para testificar su amor y para que a través del
Espíritu, recibiéramos la vida nueva para nosotros y eterna en Dios, de la
comunión de su amor: “Un solo corazón, una sola alma, y unidos en la esperanza
de la fe, que obra por la caridad. Así, visibilizando el amor que derrama en
nosotros el Espíritu Santo, testificamos la Verdad que se nos ha manifestado y
el mundo es evangelizado para alcanzar la salvación.
Proclamemos juntos nuestra fe.
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