Sábado 6º de
Pascua
(Hch 18, 23-28; Jn 16, 23-28)
Queridos
hermanos:
Dios se complace en la oración hecha
en el nombre del Hijo, que le hace presente nuestra adhesión a su voluntad salvadora,
por la que nos envió a Cristo, y nos llamó a la fe, y al conocimiento de su
amor que hemos recibido escuchando a su Hijo. Por esta fe somos acreditados
como hijos suyos en el Espíritu. La oración de los hijos, reconoce ante el
Padre el valor de las llagas gloriosas del Hijo, testimonio de su amor a
nosotros, por el que nos lo envió, y por el que nos ofrecemos a su voluntad
salvadora del mundo. Si decimos en nuestra oración: ¡Padre nuestro!, hacemos
presente nuestra unidad con su Hijo, por la que Él, ora en nosotros, y nosotros
en Él. Oramos como miembros suyos, y por tanto en su Nombre.
Si el Padre escucha nuestra oración,
hecha en nombre de su Hijo, nuestras angustias e inquietudes se cambiarán en el
gozo de sabernos amados por Dios, mientras a través del Espíritu, también
nosotros le iremos conociendo y amando, cada vez con mayor plenitud, y amaremos
también a nuestros hermanos.
La santidad del amor, que acoge a
todos los hombres se cumplirá en nosotros, si nos entregamos con su Hijo a su
misión salvadora. Esto es mi cuerpo que se entrega. ¡Amén! Esta es mi sangre
derramada. ¡Amén! Hágase en mí, tu voluntad que es santa. Por encima de mis
proyectos y anhelos, hágase tu voluntad.
Que así sea.
www.jesusbayarri.com
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