Domingo 6º de Pascua A

 Domingo 6º de Pascua A

(Hch 8, 5 – 8. 14 - 17; 1P 3, 15 – 18; Jn 14, 15 – 21)

 Queridos hermanos:

        Ante la proximidad del día de Pentecostés, la liturgia de la Palabra evoca al Espíritu Santo, que va a ser quien, sustituyendo la presencia física de Cristo, va a patentizar la vida, y la unión con Dios de los creyentes en Él, como nueva creación del hombre regenerado.

          Concluida la misión de Cristo, con su regreso al Padre, su presencia en los fieles no va a ser visible físicamente, sino a través del Espíritu, con sus manifestaciones. Mediante su presencia en los discípulos, Cristo está presente en el mundo para salvarlo. Cristo, ya no será el “Dios con nosotros”, sino Dios en nosotros.

          La presencia del Espíritu en los fieles, implica, además, la del Padre y la del Hijo, según sus palabras: “El Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él”; “No os dejaré huérfanos: volveré a vosotros”. Pablo da testimonio de esto, cuando exclama: “No soy yo quien vive. Es Cristo quien vive en mi”.

          Dios ha dispuesto unos caminos que conducen a la Vida, pero para recorrerlos es necesario el amor que procede de Dios y que nos ha traído Cristo con su palabra, sus mandamientos, y su Evangelio de amor gratuito. La fe derrama este amor, sobre el que cree, mediante el don del Espíritu, que se hace nuestro compañero de viaje, nuestro guía y nuestro defensor ante los ataques del enemigo.

          Los fieles, por la fe, aman a Cristo, según el amor con el que Cristo los ha amado entregándose totalmente a ellos hasta dar su vida. Cristo no ha permanecido en sí mismo, sino en el amor, y en la entrega del Padre, que lo amó desde toda la eternidad: “Como el Padre me amó así os he amado yo”. Así, Cristo, invita a sus fieles a no quedarse en sí mismos, sino a permanecer en su propia entrega por ellos: “Permaneced en mi amor”. El cristiano permanece en el amor de Cristo, en la negación de sí mismo por el bien del mundo. Para vivir así, el cristiano cuenta con la fortaleza del Espíritu que le sostiene ante la turbación del corazón para que no se acobarde ante la persecución y para que no escape de la cruz de cada día; para que tenga sal para afrontar el sufrimiento y tenga Paz en el Señor.

          La Eucaristía viene en nuestra ayuda, para fortalecer la unión con Cristo que nos hace un solo espíritu con él.

           Proclamemos juntos nuestra fe.

                                                                      www.jesusbayarri.com

 

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