La Santísima
Trinidad A
(Ex 34, 4-6.8-9; 2Co 13, 11-13; Jn 3, 16-18)
Tanto amó
Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en él no
perezca, sino que tenga vida eterna (Jn
3, 16-18).
Queridos
hermanos:
Celebramos la fiesta de la Santísima
Trinidad, instituida por el Papa Juan XXII en el siglo XIV. En esta fiesta
contemplamos a Dios, en la intimidad, de su actividad de amor que se difunde en
la creación y en la redención. Dios rico en amor como nos dice la primera
lectura; Dios de caridad del que nos habla san Pablo; Dios que se entrega por
la vida del mundo según el Evangelio.
El Padre envía al Hijo, el Hijo revela
al Padre y envían el Espíritu Santo.
La fe en el Hijo nos revela el amor del
Padre que nos salva y nos une a sí por el Espíritu, y a los hermanos en comunión
con él.
Dios es pues, comunidad fecunda de amor
que se abre al encuentro con la creatura para abrazarla en la comunión, por la
entrega de sí, reconciliándola consigo.
Que Dios se nos muestre como comunidad
de amor, nos revela algo muy distinto de un ser
solitario y fríamente perfecto y poderoso que gobierna y escruta todas las
cosas desde su impasibilidad inconmovible, legislador distante a la espera de
un ajuste de cuentas inapelable.
El Misterio de Dios es en muchos
aspectos inalcanzable a nuestra mente, pero lo que la palabra nos hace
contemplar, es lo que él mismo ha querido manifestarnos para unirnos a él:
Padre, Espíritu y Verdad, moviendo nuestra voluntad con lazos de amor a amarlo.
Contemplamos, pues, su misterio de amor que nos alcanza y nos arrastra tras de
sí al encuentro del otro.
Dios se deja conocer por nosotros a
través del Hijo de su amor, para comunicarnos su Espíritu, que nos una a su
comunión eterna. Por la gracia de Cristo, llegamos al amor del Padre, en la
comunión del Espíritu Santo
Nuestro origen queda, en Cristo,
recreado, cancelando nuestra mortal ruptura con el Origen del universo.
Misterio de amor omnipotente, de comunión y de gracia, con el que Dios se nos
revela íntimamente en el abismo de nuestro corazón.
Profesar la fe en la Santísima Trinidad
quiere decir: aceptar el amor del Padre, vivir por medio de la gracia del Hijo
y abrirse al don del Espíritu Santo; creer que el Padre y el Hijo vienen al
hombre a través del Espíritu y en él habitan; alegrarse de que el cristiano sea
templo vivo de Dios en el mundo; vivir en la tierra pero al mismo tiempo en
Dios, caminando hacia Dios con Dios.
Si todo en la creación tiene como fuerza
motriz el amor, que ha sido inscrito en ella por el Creador, del cual ha
recibido la existencia; y el Amor engendra amor que busca un fruto a través del
servicio, cuál no será el amor del creador por el hombre.
Santo,
Santo, Santo; Padre, Hijo, y Espíritu.
Proclamemos juntos nuestra fe.
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