Domingo 3º de Adviento A Gaudete

 Domingo 3º de Adviento A Gaudete 

(Is 35, 1-6.10; St 5, 7-10; Mt 11, 2-11) 

 Queridos hermanos: 

La cercanía del Señor que trae la salvación, llena el “adviento” de la esperanza, el gozo y la alegría, de los que habla la primera lectura, en la paciencia en el sufrimiento, osadía de la esperanza, por la venida del Salvador. Se acerca el prometido y el deseado de las gentes que trae la vida en sus palabras, y al que hay que escuchar para vivir. “Quien no lo escuche será exterminado del pueblo” (cf. Dt 18, 19 y Hch 3, 23). Cristo dirá: “dichoso el que no se escandalice de mí.”

Los profetas nos previenen que también su venida será oscuridad y tinieblas, (Jl 2, 2; So 1, 15) y purificación de la paja por el fuego. Esperanza para ciegos y cojos, para publicanos y pecadores, pero para los que creen ver: ceguera y oscuridad.

Juan que envió a Andrés y a Felipe a Cristo, diciéndoles: ”He ahí el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”, después de haber visto al Espíritu Santo posarse sobre él, ahora le envía a otros dos de sus discípulos, sabiendo que su tiempo y su misión han terminado, para que escuchen de su boca al Señor y lo sigan, como dice san Jerónimo: “No pregunta, pues, como si no lo supiera, sino de la manera con que preguntaba Jesús: "En dónde está Lázaro" (Jn 11), para que le indicaran el lugar del sepulcro, a fin de prepararlos a la fe y a que vieran la resurrección de un muerto; así Juan, en el momento en que había de perecer en manos de Herodes, envía a sus discípulos a Cristo, con el objeto de que, teniendo ocasión de ver los milagros y las virtudes de Cristo, creyesen en El y aprendiesen por las preguntas que le hiciesen.”

No duda Juan de que Cristo sea “el que viene”, que según las Escrituras es el Dios que viene vengador del que habla Isaías (Is 35, 4), que purificará el trigo y quemará la paja (Mt 3, 12), para bautizar en el Espíritu Santo (Mt 3, 11), pero el ardor de su ansia por la manifestación de Cristo, le consume con impaciencia: ¿Acaso no ha llegado, por fin, el tiempo de la justicia de Dios y de su venganza sobre los enemigos? No hay que olvidar que Juan ha recibido para su misión “el espíritu y el poder de Elías” como dice el Evangelio.

Cristo le tranquiliza y parece decirle: ¡Todo a su tiempo! El tiempo de la justicia, del juicio y de la venganza de nuestro Dios que anunció Isaías (Is 61,2), se cumplirá ciertamente, aunque no según las expectativas del pueblo, sino según la infinita sabiduría divina y su insuperable misericordia, asumiéndolos en mi cuerpo en la cruz. Pero antes, debo llevar a cumplimiento el “Año de gracia del Señor”, en el que los ciegos verán, los cojos andarán, los leprosos quedarán limpios, los muertos resucitarán, y los pobres serán evangelizados.

Juan no debe olvidar que hay “un tiempo” de misericordia y de paciencia, como decía Santiago, antes de “la hora” de la justicia y del juicio, que además es tiempo propicio de salvación para los oprimidos por el mal; tiempo de liberación del pecado y de la muerte y de deshacer la mentira del diablo, testificando la Verdad del amor de Dios.

 Después de Juan Bautista, el Reino sembrado en Cristo, se desarrolla con su resurrección, a través de la fe en él, y por ella se recibe una justicia mayor que la de todos los justos, desde Abel hasta Juan, porque sólo por la fe en Cristo se nos aplican los méritos de Cristo, superiores a los de todos los justos juntos. Sólo por la fe se recibe el Don de Dios que es su Espíritu, y la filiación divina que nos introduce en el Reino de Dios; la vida divina se hace vida nuestra y su amor es derramado en nuestro corazón. Así nuestra virtud se hace mayor que la de los escribas y fariseos, de forma que el menor en el Reino sea mayor que Juan, hasta alcanzarnos la perfección con que Dios ama haciendo salir su sol sobre buenos y malos y enviando la lluvia también sobre los pecadores: Vosotros, pues: “Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, rogad por los que os persiguen, bendecid a los que os calumnian, y seréis hijos de vuestro Padre celestial.” 

Proclamemos juntos nuestra fe.

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