LAS SAGRADAS ESCRITURAS III El Dios de Moisés


El Dios de Moisés


            Preparando la gran epopeya del Éxodo, la Escritura nos presenta a Moisés, elegido por Dios para protagonizar la creación de un pueblo de su propiedad, partiendo de una realidad ínfima de exclusión y sometimiento, que en realidad pudo tener origen en las raíces cananeas de su opresión, que lanzaron a aquellos colectivos a Egipto en busca de una tierra de promisión, ni más ni menos, que como sucede hoy con las migraciones africanas a Europa o las centroamericanas hacia un norte opulento.

            Si tratamos de desvestir al mítico líder, y profeta inigualable, del halo del que fue revestido tan singular personaje, a través de los tiempos en su progresiva historiografía, podemos encontrarnos quizá, con un egipcio educado en la Guardería Real de Egipto, escriba y jefe de escribas, apto conductor de caravanas, que en un momento providencial es llamado por Dios de forma tan misteriosa, como lo fue Akenatón para romper con el panteón egipcio constituyéndose en adalid del primer aunque fugaz monoteísmo conocido. Revestido ya desde su nacimiento con el mito del acádico Sargón, y viendo la luz en medio de una matanza de niños, idóneo para registrar acontecimientos, trazar rutas y constituirse en cabeza de la mayor aventura de la historia, llamada a encarnar en un pueblo la revelación del Dios único, creador del cielo y de la tierra.

            El Éxodo, aparece como la oportunidad única, insólita e irrepetible con éxito, de una sedición acaecida frente a un todopoderoso faraón, por parte de un contingente de esclavos, guiados por nuestro Moisés, ayudados por acontecimientos trascendentales de la naturaleza, atribuibles perfectamente a la providencia divina que gobierna ciertamente la historia, y la conduce a un punto omega de plenitud ultramundano. Un faraón atemorizado por los acontecimientos con los que fue sacudido su reino por parte del cielo, facilitaría la salida de la oprimida multitud alzada en rebeldía. Científicos modernos hacen notar las consecuencias reales que alcanzarían a Egipto, con motivo de la inenarrable erupción volcánica de Santorini que fue contemporánea al Éxodo, y que dada su situación geográfica frente al delta del Nilo, a escasos ochocientos kilómetros de distancia, habría cubierto de oscuridad y cenizas a Egipto, causando además un tsunami de tal magnitud, que habría alcanzado a Egipto en pocas horas, infestándolo después de ranas, mosquitos, langostas, etc.

            El pistoletazo de salida de aquella aventura social y religiosa que se habría ido fortaleciendo en su peregrinación a través del desierto, creando y estrechando lazos entre aquella gente que había roto prodigiosamente el cerco de Egipto, conducida por Moisés, quedaría inmortalizado en la noche de la Pascua, como memorial sagrado del tránsito entre la esclavitud y la libertad, la tristeza y el gozo, la muerte y la vida, por obra del potente brazo de Dios, con el que a través de la historia iría arrastrando generación tras generación, a cuantos se acogen a su poder invocando su Nombre.

            El liderazgo de Moisés se habría ido consolidando a la sombra de la nueva fe, comenzando por constituir como verdadero pueblo, dotando de leyes y de una incipiente historia en común a aquellos fugitivos, alcanzados gratuita y misericordiosamente, por la complacencia divina. Con su llegada a Siquén, se produciría la fusión de aquella confederación trashumante, con aquellas tribus del norte que no habían bajado a Egipto, y que deberían asumir, no sin dificultad, su adhesión a aquella fe en Yahvé, que ahora los constituía, frente a dioses y creencias ancestrales de las distintas facciones. Tendrían que pasar todavía siglos, hasta que cristalizase un primer intento de unificación religiosa a cargo de Josías, que sólo llegaría a ser estable un siglo después con el judaísmo de Esdras en Jerusalén.

            En cuanto a la figura de Moisés, el disolverse en el desierto tanto su vida como su cuerpo, haría posible la idealización permanente de su mítica aureola de héroe legendario, para convertirse en modelo irrepetible, e insuperable hasta la llegada del Mesías, llamado a centuplicar los prodigios del Éxodo. Naciendo como Moisés en medio de una matanza de niños, y ascendiendo a lo más alto desde su humilde cuna, para convertirse de salvado en Salvador, y de siervo en Señor.

                                                                                www.jesusbayarri.com 

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