Jueves 8º del TO
Mc 10, 46-52
Queridos hermanos:
El Evangelio de hoy nos presenta al “ciego de Jericó”, un viejo compañero nuestro de camino. Para Mateo se trata de dos ciegos que aparecen en dos ocasiones. Mc. le da el nombre de Bartimeo, que llama a Jesús Rabbuni, haciéndose a sí mismo fiel y discípulo. No deja de ser curioso que un pobre mendigo ciego haya llegado a ser conocido por su nombre en el correr de los siglos. El Evangelio de hoy nos describe la gesta de su fe, su oración y su testimonio de la Verdad.
Este ciego es además pobre, y como
consecuencia mendigo, y está sentado junto al camino, porque aún no ha
encontrado el Camino, pero ha llegado por los caminos misteriosos de la gracia,
que desconocemos, al discernimiento de la fe: Ese tal Jesús de Nazaret es el
Mesías, a quien las Escrituras llaman: “Hijo de David”. Ciertamente que cuando
venga el Mesías dará luz a los ciegos.
He aquí un ciego que ve; un pobre que
a encontrado el “tesoro escondido”; un mendigo docto que conoce la verdad de la
Vida, y en este momento que la tiene a su alcance, la proclama. He aquí un
hombre fácilmente despreciable de Jericó, más digno que los notables de
Jerusalén.
Ha llegado el momento de proclamar su
fe como dice san Cirilo; de registrar su hallazgo en propiedad: ¡Jesús!, ¡Hijo
de David! (Mesías), ¡rabbuni! (mi maestro y mi Señor). He aquí a un ciego que
con su oración hace detenerse al “Sol” en Jericó, como Josué en Gabaón; un
ciego que ilumina a todo el pueblo; un “ignorante” que instruye a los doctos;
un pobre que enriquece a los potentados.
No en balde Jesús le deja seguir
gritando con insistencia como a los niños de Jerusalén: Está proclamando el
Evangelio con todo su ser, un pobre mendigo ciego. A este ciego, como a “sus elegidos que están clamando a él
día y noche les hace esperar”, porque con sus clamores están salvando al mundo
proclamando la fe que salva: Cristo es el Mesías que da la vida al mundo,
perdonando sus pecados como testimonio del amor de Dios.
Después, el ciego añade su súplica: ¡Ten
compasión de mí!
Jesús viene a responderle: ¿Que
quieres que haga por ti, si ya has alcanzado el Reino de Dios y su justicia?,
¿que quieres por añadidura? Todo se te puede dar. Recobra la vista ya
que así lo deseas, pero tu fe, ya te ha salvado.
Ha llegado el momento de dejar
las seguridades que le ofrece su manto, dice Mc, de ponerse en pie y seguir al
Señor que es el Camino. Ha llegado el momento de entrar en la alabanza de los
elegidos.
A eso nos invita ahora el Señor en la
Eucaristía a nosotros ciegos y pobres, si es que compartimos la fe de Bartimeo,
este pobre mendigo ciego.
Que así sea.
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