Domingo de Pentecostés B (misa del día).
(Hch 2, 1-11; Ga 5, 16-25; Jn 15, 26-27. 16, 12-15)
Queridos hermanos:
Conmemoramos la efusión del Espíritu Santo, que narra san Juan, cuando Cristo resucitado sopla sobre los apóstoles, y el que san Lucas presenta solemnemente en los Hechos de los Apóstoles, cuando nace la Iglesia al recibir su alma desde lo alto. Con la fuerza del Espíritu comienza el anuncio de la Buena Noticia a todas las gentes que se reúnen en un solo corazón, sobre el que es derramado el amor de Dios.
En este domingo, la palabra está llena
de contenido. Aparece la comunidad cristiana unida por el amor, como una
consecuencia de la obra realizada en ellos por Cristo: Los discípulos
incorporados a la comunión del Padre y el Hijo, reciben el Espíritu Santo, el
don de la paz, y la alegría, y son investidos del “ministerio” de Cristo para
perdonar los pecados, incorporando así a los hombres a la comunión con Dios.
Esta será su misión: comunicar el amor de Dios que les ha alcanzado en Cristo.
Guiada por el Espíritu la Iglesia es
conducida al conocimiento profundo de su Misterio y a permanecer atenta a sus
inspiraciones. Por él, los fieles claman a Dios: “¡Abba!, Padre, y proclaman a
Cristo como Señor. Él adoctrina a los apóstoles, inspira a los profetas, fortalece
a los mártires, instruye a los maestros, une a los esposos, sostiene a los
célibes y a las vírgenes, consuela a las viudas, y educa a los jóvenes. De él
proceden la caridad y todas las virtudes.
Mediante el don del Espíritu el hombre
tiene acceso al Reino de Dios y es constituido miembro de Cristo unido a su
misión y fortalecido ante las adversidades.
La obra de Cristo en nosotros, ha comenzado
por suscitarnos la fe, y concluye con el don de su Espíritu. Él será quien guíe la existencia y la misión de los discípulos, unidos definitivamente a él.
Cristo ha sido enviado por el padre
para testificar su amor y para que a través del Espíritu, recibiéramos la vida
nueva para nosotros y eterna en Dios, de la comunión de su amor: “Un solo
corazón, una sola alma, y unidos en la esperanza de la fe, que obra por la
caridad. Así, visibilizando el amor del Padre que derrama en nosotros el
Espíritu Santo, testificamos la Verdad que se nos ha manifestado y el mundo es
evangelizado para alcanzar la salvación
Proclamemos juntos nuestra fe.
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