Jueves 16º del TO
Mt 13, 10-17
Vigilancia y calma, nos exhorta Isaías y nos recuerda el
Espíritu. El que ama espera y el que espera vela, como la esposa del Cantar,
para escuchar la voz del esposo con nuestra cercanía a los latidos de su
corazón, que hacen a los nuestros entrar en una sintonía amorosa, más elocuente
que las palabras, más luminosa que las razones para revelar misterios, y más
fecunda que nuestros esfuerzos, porque al que tiene, se le dará y abundará de
vida, y al que no tiene, se le reclamará cuanto se le ofreció, porque tanto las
palabras del Señor como sus obras, necesitan del intérprete divino para
discernir, purificando la pesadez de un corazón embotado.
Pero el Señor, rico en misericordia, volverá a buscar lo
que se le había perdido, porque nunca desespera de la salvación de nadie, y
tras una corrección posiblemente severa, se apiada de nuevo: “Porque no rechaza para siempre el Señor;
aun cuando aflige usa de misericordia, según su gran amor”.
Si el Espíritu permanece en nosotros hasta el fin de los
tiempos, como fuente que brota para vida eterna irá completando las carencias
tan evidentes como inmensas de nuestro corazón, llevándolo a una plenitud
insospechada y bienaventurada que se nos ha prometido en el seguimiento del
Pastor eterno, y esta promesa se ha hecho carne y hemos visto su “Gloria”,
recibida del Padre, y enviada a nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario