Viernes 16º del TO
Mt 13,
18-23
En definitiva, nuestra naturaleza caída
(la concupiscencia), a fuerza de ofrecer resistencia a la acción sobrenatural
de la gracia, ha quedado indispuesta para la conversión, y necesita un
suplemento de ayuda, “una gracia especial” que hay que impetrar, una nueva
acción gratuita de Dios que abra el corazón humano a la omnipotencia de su
misericordia. Hace falta, en fin, acoger el “año de gracia del Señor”, el
tiempo favorable que nos llega con Cristo, por medio del Evangelio. Después seguirá
siendo necesario un constante: cuidado, vigilancia y atención, como si del cultivo de un campo se
tratara. Dios es el agricultor, por lo que necesitamos estar unidos a él. Recordemos
aquello de “La Imitación de Cristo”: “Temo al Dios que pasa.”
Velad y orad; esforzaos por entrar por
la puerta estrecha; permanecer en mi amor; el que persevere hasta el fin, se
salvará; el Reino de los cielos sufre violencia, y sólo los que se hacen
violencia a sí mismos, a su carne, lo arrebatan. Como dijo el Señor a Conchita,
la beata mejicana: “Hay gracias especiales que se compran con el dolor”. Estas palabras del Evangelio no contradicen en
absoluto la gratuidad de la salvación de Cristo, pero son necesarias para que
se realice en nosotros con nuestra adhesión libre y voluntaria: “Por qué me llamáis Señor, Señor y no hacéis
lo que digo”.
Estas palabras nos recuerdan la
necesidad del combate inherente a la vida cristiana, para el cual hemos
recibido gratuitamente el Espíritu Santo, sin el cual es imposible dar el fruto
del amor, necesario para alimentar al mundo. Unos con treinta, otros con sesenta
y algunos con ciento.
Que así sea.
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