Padre, tengo dudas de fe
Frecuentemente escuchamos esta queja como algo inevitable e independiente de la propia voluntad: Padre, tengo dudas de fe.
Lo
mismo que el amor no consiste sólo en sentimientos, sino en hechos, la fe, no
se apoya sólo en ideas, sino fundamentalmente en testimonios, pudiendo
distinguirse, por tanto, entre dudas de fe y dudas de sola razón. Pascal
hablaba de dos excesos: la sinrazón y la razón sola. Efectivamente, sin excluirse,
no pueden tampoco identificarse la una con la otra.
La
limitación de la mente para comprender realidades evidentes del mundo físico y
natural, viene en nuestra ayuda para no confiar en su capacidad para aferrar
realidades sobrenaturales que la superan infinitamente.
En
cuanto a los testimonios inherentes a la fe, uno es, el del espíritu que la
niega, sin más recurso que el de la ausencia de una evidencia física propia de
los sentidos, contra el cual, el Evangelio afirma expresamente: “dichosos los que sin haber visto,
creerán”. Dichosos, porque superarán el testimonio negativo de la carne,
con el testimonio positivo del Espíritu que poseen, y que da testimonio a su
espíritu, de ser hijos de Dios, de haber sido liberados de sus antiguos
pecados, y que provee del amor a los hermanos, y a cuantos unilateralmente
persistan en su enemistad hacia ellos, no pudiendo encontrar, no obstante, en su
corazón, correspondencia a su enemistad.
Si
a causa del pecado, el corazón humano carece del testimonio del Espíritu, son
inevitables las dudas insuperables de la razón ante la perplejidad de una
pretendida fe. Para liberarse de estas dudas, será necesario combatir
eficazmente el pecado, causante de la ausencia del Espíritu.
¡Hijo,
abandona el pecado, y se extinguirán tus dudas!
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