Presentación de la Santísima Virgen María
(Ap 14, 1-3. 4b-5; Lc 21, 1-4 ó Za 2, 14-17; Mt 12, 46-50)
Queridos hermanos:
Las Escrituras no mencionan este
acontecimiento. Para decir algo de este hecho, hay que recurrir al apócrifo
“Protoevangelio de Santiago”, aunque en la opinión de algunos estudiosos, el
acontecimiento habría sido algo sencillo, como el cumplimiento de un voto
materno. Los padres de la Virgen la habrían consagrado al Señor siendo niña, y
habría permanecido en el templo unos años hasta ser desposada con José.
El hecho es que en la iglesia oriental
esta fiesta originada en Jerusalén, con motivo de la dedicación de la iglesia
de Santa María la Nueva en el año 543, tiene mucha fuerza, y es considerada día
de precepto. Esta fiesta quiere llenar el gran silencio que tenemos acerca de
la vida de María. Tiene el sentido de una preparación a su misión, renunciando
al mundo movida por el Espíritu Santo.
La liturgia proclama con el profeta
Zacarías: “Grita de gozo y alborozo, Sión, pues vengo a morar dentro de ti,
dice el Señor. El Señor quiere morar en nosotros y nos manifiesta su
voluntad para que eso sea posible. «Estos son mi madre y mis hermanos. Pues todo el que cumpla la voluntad de mi
Padre de los cielos, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.»
María entrando al templo para
prepararse a servir al Señor es una imagen entrañable. La liturgia maronita,
inspirada en el Evangelio, aplica a María las figuras del arca, el tabernáculo
y el templo: "Bendita María, porque se convirtió en trono de Dios y sus
rodillas en ruedas vivas que transportan al Primogénito del Padre eterno".
La Virgen María, llevará en su seno al Mesías, como arca de la Nueva Alianza en
medio de su pueblo, suscitando en Jerusalén, como lo hará en su visita a Isabel,
manifestaciones de gozo, por la presencia en ella del Señor, suscitadas por el
Espíritu. Entusiasmo, "en medio de gran alborozo", como cuando
"David danzaba, saltaba y bailaba" con la llegada del Arca. El gozo
se traduce pues, en aclamaciones.
Orígenes, pone en boca de María: "Heme aquí, soy una tablilla encerada, para que el Escritor escriba lo que quiera, haga de mí lo que quiera el Señor de todo" (Com. A Lc.,18). Hoy diríamos que María se ofrece a Dios como una página en blanco sobre la que Él puede escribir lo que desee.
Que así sea también en nosotros, que como
miembros de Cristo entramos también a formar parte en la edificación de su
Templo.
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