Vigilia Pascual A
Mt 28, 1-10
Queridos hermanos:
A
los que estáis aquí porque buscáis al Señor Jesús el que fue crucificado y
murió, os digo como ha dicho el ángel: «¡No temáis!; ¡no está en el
sepulcro!, ¡ha resucitado, como lo había dicho! Venid, ved el lugar donde
estaba. Y ahora id enseguida a
decir a sus discípulos: Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de
vosotros a Galilea; allí le veréis. Ya os lo he dicho.» Cristo mismo a
través de su Espíritu lo testifica a vuestro espíritu: «¡Salve!» «¡No
temáis! Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.»
No
podemos esconder nuestra alegría ni callar esta noticia; no podemos ignorar
esta misión: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os
envío.». «¡No temáis! Id, avisad a mis hermanos; anunciad en el nombre del
Señor la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones,
empezando desde Jerusalén.
«Id
por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y
sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. Haced discípulos a
todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado.
Si,
queridos hermanos: Encontraremos a Cristo en el anuncio y en el testimonio de
su resurrección. Que nuestro gozo doblegue nuestro miedo, rompa el silencio y
glorifique al Señor. ¡Cristo ha resucitado!
En
Él, tienen perdón nuestros pecados. ¡Alegrémonos, exultemos y démosle gracias!
El testimonio del ángel
pasa a las mujeres y después a los discípulos, aunque Cristo mismo va a
manifestarse personalmente a las mujeres, a los de Emaús, a los once, y a
Pedro. Se ve, que el comunicar la propia experiencia del encuentro con Cristo, a los hermanos
tiene su propia eficacia e importancia. Pensemos en aquello de: “estaban hablando de estas cosas”, que
nos refiere el Evangelio, cuando nos dice que “él se presentó en medio de ellos”. Hacer memoria de Cristo, es más
que recordarlo, como ocurre en el memorial sacramental de su Pascua.
Esta “buena noticia”
viene en primer lugar a confortar a los discípulos, en medio de la crisis que
ha supuesto para ellos la pasión y muerte de su maestro. En segundo lugar,
viene a encaminarlos a Galilea, aunque si tenemos en cuenta que lo van a
encontrar primeramente en Emaús, y en Jerusalén, podemos pensar que “Galilea”,
tenga una significación particular, como decía el Papa Francisco en su homilía
de la Vigilia Pascual del año 2014. Galilea es, en efecto, el lugar donde todo
comienza: El primer encuentro con Cristo, el lugar de la llamada, y de la
promesa de la misión. Allí, la relación con el Señor se ha hecho cercana y
personal; se ha hecho camino, seguimiento en su compañía cada vez más íntimo, a
la escucha de la Palabra. Allí los discípulos han sido amaestrados, y Cristo se
ha dejado conocer por ellos. Allí han comenzado a amarle.
Ahora, después de su
entrega hasta el extremo, resucitado,
victorioso de la muerte, viene a buscarlos de nuevo y se hace su compañero de
camino, pero no para caminar a su lado, sino para hacerlo dentro de ellos por
su Espíritu Santo. Ahora, todo lo hace nuevo: el encuentro, la llamada y el
envío. Ahora, la vida del discípulo se hace testimonio de su presencia en el
amor mutuo, como fruto de su misericordia. También nosotros, alcanzados por el
Señor, tenemos nuestra “Galilea”; el lugar de los primeros amores que viene a
renovar el encuentro con él en la Pascua.
Ante nosotros hay una
multitud que aún no lo conoce. Una “Galilea
de los gentiles” a la que somos enviados, y en la que lo veremos salvando
de la muerte. Que no se interrumpa la cadena que los ángeles iniciaron en el
sepulcro vacío y que la Iglesia sigue transmitiendo generación tras generación,
hasta que venga el Señor, cuando sea completado el número de los hijos de Dios,
“la muchedumbre inmensa que nadie podía
contar”.
Proclamemos juntos
nuestra fe.
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