Los Hechos de los Apóstoles

 Los Hechos de los apóstoles 

 

          El acontecimiento central de la historia, queda manifiesto con la revelación de que Jesús de Nazaret, es el Cristo, el Hijo de Dios vivo, su vida, su doctrina, su pasión, muerte, resurrección y el envío del Espíritu Santo, constituye el núcleo de la fe, en torno a la cual va a evolucionar toda la existencia humana, progresando hacia la Verdad completa, conducida por el Espíritu de Cristo. El pensamiento de la humanidad alcanzará su plenitud en la medida en que se ajuste a la fe, mientras toda gnosis que prescinda o niegue explícitamente a Cristo, perderá su ecuanimidad, alineándose así a la acción del Anticristo, ya presente en el mundo desde los comienzos de la proclamación del Evangelio. Todas las herejías serán un intento seductor diabólico, de interpretar la realidad desde la sola razón ebria de sí, prescindiendo y negando a Cristo, el Hijo de Dios venido en carne mortal, alfa y omega de la historia.  

          El germen judeocristiano de la Iglesia, que se adhiere a la Nueva y Eterna Alianza en Cristo Jesús, con Pedro a la cabeza, y que comienza su andadura en medio de la persecución y el rechazo de las autoridades judías, será pronto llamado a  encontrarse, con el mundo griego, a través del prodigioso desarrollo, predestinado, de la obra de Pablo que, mediante la providencial red capilar de las comunidades de la diáspora judía, permeará primeramente el oriente medio, para pasar después al occidente grecorromano.

          En el desarrollo prodigioso de la “semilla de mostaza”, el vigoroso cuerpo de la nueva Iglesia de Cristo, deberá atravesar las crisis propias de su crecimiento, a las que el Espíritu Santo irá dando en cada momento el discernimiento necesario. Entre la profusión de los testimonios escritos relativos a la vivencia de las primeras comunidades, la Iglesia tuvo que decantar un canon, cuya ortodoxia sirviera a la edificación ordenada de su depósito de la fe.

          Será Lucas, a través de sus escritos, y especialmente con “Los Hechos de los Apóstoles”, el encargado de sintonizar el providencial  desarrollo de estas dos realidades del cristianismo primitivo, en su presentación de la Única Iglesia de Cristo, que quedaría sellado con el testimonio dado por algunos padres, del martirio de Pedro y Pablo, en Roma. Así pues, la obra de Lucas hizo patente, así, la  realidad Católica de la Iglesia, abierta a la transformación de un mundo pagano, en Cristiandad, mediante la misión universal de los discípulos, que comenzó cuando fueron dispersados por la persecución, después de la muerte de Esteban.

          Los “Hechos de los Apóstoles”, viene, pues, a resolver el problema que la genial manifestación del Espíritu plantea a los fieles y a los mismos apóstoles, de confundir con un desorden o una arbitrariedad sin sentido, el desarrollo inusitado del cristianismo naciente, con apariencia de desunión, pero que en realidad responde a una manifestación de la catolicidad de la Iglesia, llamada a iluminar, salar y fermentar toda la historia del occidente conocido y de la posterior historia universal. Tiene sentido, por tanto, que Lucas no se preocupe del resto de los apóstoles y de su misión evangelizadora innegable.

          El Espíritu Santo, alma de la naciente Comunidad cristiana, será la fuerza que impulse su misión, conduciéndola a la Verdad completa a través de la historia del mundo, haciendo presente con su vida a Cristo resucitado. Con la llegada del Reino de Dios, el mundo es evangelizado. Es el tiempo del cumplimiento de las promesas y de la realización de las profecías. Gloria a Dios en el cielo y Paz en la tierra a los hombres a quienes Dios ama.

          Con el desarrollo de la Iglesia, llegarán tiempos de disputas teológicas, filosofías, herejías, concilios y dogmas, mientras ahora, la fuerza del vino nuevo, revienta los odres viejos y transforma la faz de la tierra. Gigantes como Agustín o Tomás de Aquino retomarán en su tiempo toda la tradición filosófica platónica y aristotélica, del mundo griego, iluminando desde la fe sus presupuestos, en espera de las inevitables dialécticas con las que el diablo, seducirá una razón, ebria de sí, proponiendo repetidamente pretensiones de auto afirmación, en una ilusoria prospectiva histórica, mientras sólo Dios será quien conducirá la historia hacia un punto omega, trascendente, de recapitulación en Cristo de toda la creación.

 

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