San Felipe de Jesús

 San Felipe de Jesús (protomártir mexicano)

(Sb 3,1-9; 2Co 4, 7-15; Lc 9, 23-26) 

Queridos hermanos. 

          Conmemoramos a este primer mártir mexicano alcanzado por la gracia del Señor en su viaje a la misión.

          El martirio implica la persecución que Cristo a anunciado a sus discípulos: “Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán”. La Iglesia hereda de Cristo el ser “señal de contradicción” en medio del mundo sometido al diablo.

          Si nos parece mala la condición de la Iglesia en la persecución, peor es la condición de la Iglesia dividida por el cisma, y pésima la condición de la Iglesia en paz que se corrompe en connivencia con el espíritu del mundo. Por eso San Ignacio de Loyola pedía para su orden la persecución.

          Dichosos nosotros si amamos al Señor y no vivimos como enemigos de la cruz de Cristo, de modo que el mundo esté crucificado para nosotros y nosotros para el mundo, en una actitud de testimonio cotidiano, martirial. Nosotros somos llamados a la fe y a gustar la potencia del Reino que como dice Santiago, produce obras de vida eterna: “el que crea en mí, hará las obras que yo hago y mayores aún”, dice Cristo. La fe reputa la justicia y engendra obras de vida eterna, de entrega heroica y de salvación.

          Una cosa es el hombre viejo con sus concupiscencias y pecados que le llevan a la muerte, y otra es el hombre nuevo que se recibe en el seguimiento de Cristo, con lo que implica de autonegación, de cruz, y de inmolación, fruto del amor derramado en su corazón de discípulo por el Espíritu. Para quien ha conocido al Señor, su esperanza está llena de inmortalidad. El sentido de su vida es el poder perderla por el Señor, y anunciar el Evangelio a tiempo y a destiempo, con oportunidad o sin ella.

El Espíritu es causa de salvación y es testimonio de vida eterna, que hace posible el obsequio de sí mismo a la voluntad de Dios, como fruto de la fe. Querer guardarse a sí mismo, en cambio, es cerrarse a la vida nueva que trae el Evangelio, y es consecuencia de la incredulidad.

          Por la Eucaristía nos unimos a Cristo en su cruz y también en su resurrección, para que, escuchada la promesa de experimentar la resurrección de Cristo que se cumplió en los apóstoles y se nos promete a nosotros, podamos verla realizada en nuestra entrega por el mundo, como miembros del Cuerpo de Cristo. 

          Que así sea. 

                                                 www.jesusbayarri.com

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