Hambre de justicia


Hambre de “justicia”

​Escuchemos lo que dice la Escritura:

“Abraham creyó en Dios y esto le fue acreditado como justicia (Rm 4, 3)”
Cristo es “nuestra justicia”, dice San Pablo (cf. 1Co 1, 30), y también:
“Tú, hombre de Dios, corre al alcance de la justicia” (1Tm 6, 11).

La justicia verdadera está en el corazón y Dios la conoce porque procede de él. Es él quien justifica al hombre concebido en la culpa; al pecador que lo invoca con el corazón abatido.

La justicia es fruto de la fe que procede de Dios y no de los propios méritos. Ser justo consiste en mantenerse en el don gratuito recibido por la fe, que obra por la caridad. “Permaneced en mi amor” dice el Señor. ¿Qué tienes que no lo hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿a qué gloriarte cual si no lo hubieras recibido (1Co 4, 7)? Por eso hay que glorificar a Dios por nuestra justicia sin despreciar a los pecadores, sino interceder por ellos.

Esta es la promesa del Señor: “Yo te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia y en derecho, en amor y en compasión, te desposaré conmigo en fidelidad, y tú conocerás al Señor” (Os 2, 21-22).

Para san Pablo, en esto consiste el Reino: “El Reino de Dios es, justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo (Rm 14,17). De nada serviría solucionar nuestra vida terrena si no hubiésemos resuelto nuestra relación con Dios; nuestro destino eterno. “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura”. Sólo en Cristo se abrirán las puertas del Reino, con un amor nuevo dado al hombre, no en virtud de la creación, sino de la Justificación, de la Redención, de la “nueva creación”, por la que es regenerado el amor en su corazón. El amor con el que Cristo se ha entregado a nosotros en la cruz: “Como yo os he amado”. Este será pues, el mandamiento del Reino; el mandamiento nuevo; que es el mandamiento de Cristo: “Que os améis los unos a los otros como yo os he amado.” Él se ha hecho “nuestra justicia” como dice la primera carta a los Corintios (1Co 1, 30), por el perdón de nuestros pecados. En él podemos ser justificados.


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