Domingo
16º del TO B
(Jer 23, 1-6; Ef 2, 13-18; Mc 6, 30-34)
Queridos
hermanos:
Después de la misión viene el descanso,
pero ante la compasión y la misericordia que están por encima de nuestras
necesidades, puede diferirse este “un
poco” de descanso temporal, para que también los necesitados del verdadero
sustento y consuelo, puedan alcanzar el verdadero y definitivo reposo en el que
también los justos descansarán (Ap 14, 13).
Cristo que ha suscitado el anuncio del
Reino enviando a sus discípulos, acoge ahora a las gentes que se han puesto en
marcha atraídas por la predicación, que ha suscitado en ellas una esperanza en
medio de la aridez de una vida sin sentido y plagada de miserias. Una luz ha
brillado en medio de las tinieblas, y Dios ha visitado a su pueblo. Se ha
abierto un camino en el desierto de este mundo y los pobres son evangelizados.
Dios quiere siempre el bien para su
pueblo; provee a sus necesidades y lo defiende de los peligros como hace un
pastor con sus ovejas. Dios suscita para esta misión pastores, que cuiden en su
nombre a sus ovejas, y si las descuidan y son atacadas por el lobo, les pide
cuentas y los sustituye.
Cristo es el buen pastor que Dios ha
suscitado para arrancar a las ovejas del maligno. Quien se une a Cristo, está a
salvo de todo mal. Quien escucha al diablo, se deja seducir por las falsos
profetas del mundo a través de la televisión, las sectas, brujos y adivinos,
que en nombre de la cultura, y de la ciencia, no son sino heraldos de Satanás y
cae en toda clase de trampas.
Hoy el Señor nos mira con amor y se
compadece de nosotros que andamos como ovejas sin pastor, a merced de tantos
que buscan nuestro mal. Encontrar al Pastor implica seguirlo, alejarse de los
falsos profetas y de sus voces y escuchar de la boca del Señor su palabra, para
ponerla en práctica y vivir.
La Iglesia tiene la Verdad con la que
nos pastorea Cristo, el verdadero profeta a quien hay que escuchar para vivir.
Proclamemos juntos nuestra fe.
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