Leyendo la Encíclica Fratelli Tutti

 

LEYENDO LA ENCÍCLICA “FRATELLI TUTTI”

Sobre la fraternidad y la amistad social, del Papa Francisco. 

 

          Muy bueno a mi entender, aunque pueda parecer inútil para algunos, el intento papal de interpelar las conciencias de la sociedad universal actual, apelando a una racionalidad general que se superponga a los intereses particulares de sociedades y naciones, a sus reivindicaciones históricas más o menos justas, o a sus pretensiones desde muchos puntos de vista inconfesables, esgrimiendo para ello desde su condición católica, una noción de “hermandad universal”, cierta “en sentido lato”, por el hecho de pertenecer a una misma especie humana, que comparte su condición de creaturalidad común, pero que dista enormemente del concepto de “filiación divina” expresado en el Evangelio, y condicionado al hecho de amar a los enemigos: “Amad a vuestros enemigos, para que seáis hijos de vuestro padre celestial” (cf. Mt 5, 44-45), del que nacen actitudes de fraternidad, inalcanzables sin la posesión común del Espíritu Santo, recibido por la fe en Jesucristo. 

          La Iglesia Católica, aun dirigiendo generalmente su magisterio al común de sus hijos, los fieles católicos, suele en muchas ocasiones acoger en sus exhortaciones, a las gentes de buena voluntad, como en el caso concreto de esta encíclica, instando al mundo actual, a superar sus aspiraciones de dominio, de poder, de bienestar, fundamentalmente económico totalmente justo, y otros, en favor de una paz y una concordia, que no por más utópica en el devenir histórico, sea menos deseable y objeto de las aspiraciones humanas de todos los tiempos. 

          Personalmente consideramos que, la fraternidad universal sólo será posible, cuando la humanidad entera se una bajo un mismo padre, por la posesión de un mismo espíritu de amor y de unidad, propios de la fe en Nuestro Señor Jesucristo. Por eso, la Iglesia Católica, mientras convive con el mundo, no deja nunca de proclamar la vida nueva del Evangelio a toda la creación, comunicándole la razón de su esperanza, sabiendo que nuestra lucha en esta tierra, no es contra la carne ni la sangre, sino contra los espíritus del mal. El corazón humano no sólo necesita ser iluminado, sino sanado radicalmente, mediante la acogida de la victoria de Jesucristo sobre el pecado y la muerte, con la que derrotó al diablo con su cruz.

 

                                                 www.jesusbayarri.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario